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lunes, 10 de septiembre de 2012

Cambios + Capítulo 4

Hola ^^
Ya estoy aqui muahahahaa :P bueno que voy a cambiar estos personajes ;) espero que os gusten los cambios porque estos actores son mas famosos. También que hay de ellos archivos png con fondo transparente  y mola mas!!

Bueno voy a cambiar a Lily Cole por Bella Thorne, Xavier Samuel (al que recordareis por Eclipse) por Josh Hutcherson (lo amo, tiene una cara tan adorable ^^) y finalmente Tom Welling por ¡Adam Lambert! jajaja me encanta ;P
También he cambiado la cabecera (otra ves, seeee :D) he añadido algunas fotos de cosas que me gustan como de Cristiano Ronaldo, Higuaín, Casillas, Piqué, el sinsajo de Los Juegos Del Hambre  una foto del cast de Ciudad De Hueso *_* y una frase de Jace Lightwood que me encanta


Bueno pues al final os dejo con el capítulo que espero que os guste mucho de verdad ^^ y comenteis, claro ;)


Lo primero que noté fue que mi mejilla estaba húmeda. Intenté quitarme aquello pero entonces algo me tocó. Todavía era más acuoso que aquel líquido pero me hizo saltar mi cama. Estaba medio dormida pero aquello me hizo despertar del todo. Vi a una forma pero no sabía que era. Me acerqué despacio a mi mesita de noche para ponerme las lentillas que me permitirían ver bien. Cuando lo hice, vi que la forma tomaba el cuerpo de un Husky Siberiano.
Toby.
—De verdad... ¡Qué susto me has dado, Toby!—grité al perro. Aunque parecía no entenderme del todo bajo las orejas, por el grito seguro. Me arrodillé y le acaricié la cabeza, me daba demasiada pena verle así por mi culpa. Ladró, contento.
Como si hubiera aparecido de repente en mi mente me acordé del mensaje que les había enviado. Cogí el móvil y vi que eran las 10:06. Todavía tenía tiempo de sobra para arreglarme y miré los mensajes. Teresa me preguntaba que qué me pasaba pero que iría a la playa. Marta me decía que seguro que aquel problema que tuviera enseguida se arreglaría. Me reí amargamente, no sabía lo equivocada que estaba y finalmente Flavia me decía que ahí estaría.
Estaba feliz porque fueran a ir pero hubiera preferido no irme a Madrid y no quedar con ellas. Pero de todas formas pronto olvidé aquellos pensamientos porque la tripa reclamaba su Coca—Cao con zumo de naranja. Bajé hacia mi cocina. Siempre que pasaba me ocurría lo mismo. Si en aquel momento tenía calor cuando entraba en aquella estancia me lo robaba y simplemente me quedaba en frío de mi interior. Entré y comencé a prepararme el desayuno. No tenía mucha complicación pero acostumbrada a que me lo hiciera María se me antojaba extraño. Metí a calentar el Cola—Cao cuando de repente unos brazos fuertes me rodearon, eran brazos de hombre sin ninguna duda. La cabeza del individuo se apoyó en mi hombro y fue cuando llegó aquel olor característico de él. Olor a naranjas y a champú.
Álex.
Intenté zafarme de él, divertida. Aquello fue como una batalla hasta que conseguí librarme de sus fuertes brazos de surfista, le miré fijamente. Llevaba unos vaqueros rotos de color verde manzana apagado con una camisa a cuadros grises y rosas con unas zapatillas de lona verdes y grises. Por último, se había peinado muy forma. Todo su cabello estaba peinado hacia atrás lo cual le confería un aspecto de más adulto. Debajo de sus ojos había muestras negras de que apenas había podido dormir pero casi pasaban inadvertidas porque en sus hermosos y azules ojos había un brillo de felicidad.
— ¿Qué haces a estas horas levantado? Si tú eres de los que se quedan durmiendo hasta las doce en vacaciones.
—Ya de lo he dicho cien mil veces. El amor mueve montañas.
Resoplé.
— ¡Qué pesado eres con el amor! De verdad no me imaginaba que estar enamorado fuera tan pesado pero sobre todo para el amigo o para la hermana que tiene que escuchar esta frasecita...
Me giré y cogí mi taza caliente de Cola—Cao. Me dirigí hacia el salón mientras mi hermano decía su discurso de lo importante que era el amor. Mi zumo ya estaba allí y me senté. Álex hizo lo mismo pero también encendió la televisión. Pensé en cómo sería mi último día aquí. Había quedado con mis amigas pero también y sin darme cuenta echaría de menos aquella ciudad que me había visto nacer. También echaría de menos el sonido de las olas al romper contra la orilla, el tranquilo tráfico que circulaba por la noche y la gente pasear sus perros tranquilamente.
— ¡Valentina!—exclamó enfadado Álex— ¿Me estas escuchando?
Le miré y le dirigí una sonrisa de disculpa. Estaba segura de que él sabía que no estaba escuchándole porque me solía pasar a menudo. Me evadía del mundo con gran facilidad, siempre había un pensamiento que reclamara más mi atención. Según mis amigas aquello era una gran virtud porque cuando me aburriera en clase podría pensar en algo que seguro me absorbería como al agua una esponja.
—Te estaba diciendo—continuó mi hermano con gran paciencia—, qué si has quedado con alguien.
—Sí, con mis amigas. Teresa, Flavia y Marta. En la playa a las once y media. ¿Y tú?— alcé la mano antes de que contestara—, me refiero a que si has quedado con algún amigo aparte de Paula.
Mi hermano asintió y comenzó a decir nombres de gente que no conocía. Me alegré por él, por lo menos tenía más gente que yo de la que se tenía que despedir. Cuando terminé mi Cola—Cao y el zumo lo llevé a la cocina. Los dejé en la encimera y miré al reloj que había siempre. Las agujas señalaban las diez y media. Solo tenía una hora.
Corrí hacia mi habitación y adentré en mi vestidor. Observé el tiempo que hacia detrás de la ventana con forma de ojo de buey. Hacía sol pero no la tenía todas conmigo. Busqué algo para aquel día. Me decanté por unos pantalones con flores de estilo hippie que tanto se llevaba con una camiseta verde azulado y unas lonas negras. Decidí llevarme un bolso negro de converse. En él metí una chaqueta de color blanco y el móvil. Salí del vestidor y fui a mi baño. Era espacioso, tenía una bañera antigua que era propiedad de mis abuelos ingleses. Tenía un tocador enorme. El mueble era blanco y tenía muchísimos cajones. En él se sujetaba un gran espejo. Me miré.
Mi cabello pelirrojo estaba hecho una masa encrespada. Abrí el grifo y me eché agua para intentar hacerme una cola de caballo. Pensé que me iba a quedar bastante mal pero era... aceptable.
Bajé medio corriendo las escaleras de mi casa. Cuando salí a la calle hacía sol pero el aire era un poco pegajoso y me dije que se estaba acercando el verano. Pero ya no podría bañarme antes que la mayoría de la gente. Muchas veces pensaba que la playa era mi lugar favorito para pensar en todo. Mi casa estaba bastante cerca de aquella playa que me había visto hacerme mayor. La playa estaba prácticamente desierta, cosa que no solía ocurrir. Me dije a mí misma que era la forma en que la playa tenía de sorprenderme. Caminé lentamente por la arena con mis zapatillas pero me molestaban demasiado y me las quité. Estaba muy fría y húmeda pero era como estar en mi casa. Era tan familiar aquel tacto, pero más familiar era el sonido y la visión que me llegaba. El mar, azul y grandioso, luchaba contra la playa. Hoy había bastante más olas que normalmente y siempre que pasaba me recordaba lo inestable pero sobretodo poderoso que es el mar.
Saqué la chaqueta que me había llevado e hizo la función de toalla. Me senté entre dos palmeras. Siempre que necesitaba pensar había ido a aquel sitio porque me aportaba gran tranquilidad pero en aquel momento no lo conseguía. Solo hacía que me pusiera más nerviosa de lo que ya estaba. Dentro de unos minutos llegarían mis amigas. Les contaría que no las vería más. Que me iría a una ciudad que casi todo el mundo deseaba vivir en ella, pero yo no. ¿Era rara? Desde luego que sí.
Alguien me tapó los ojos cuando menos me lo esperaba. Intenté girarme, alarmada pero no podía. Me puse tensa pero una voz dijo:
— ¿Quién soy?
Rió ante mi propia estupidez. Aquella voz era dulce pero muy potente. Siempre era así y nunca cambiaría.
— ¡Qué susto me has dado! ¡Mala gente!—grité. Hubiera sonado como una amenaza sino hubiera sido porque casi se me rompió la voz por la risa. Intenté quitarme aquellas manos que eran frías como el hielo. Pero ella las presionó más contra mi cara.

— ¿No sabes quién soy?
—Mira que eres idiota. Eres Tess—dije por fin medio divertida. Por fin las manos se quitaron y pude ver la luz. Me volví y la vi. Era alta, seguramente estaba entre el metro ochenta o metro ochenta y cinco. Su cabello moreno con mechas rubias le caía en la cara por culpa del viento que hacía que se lo quitara impaciente. Sus ojos color avellana brillaban más cuando había agua cerca porque era su gran pasión. Llevaba una sudadera blanca con la inscripción I'm London. Se la había comprado en el viaje de 2º de ESO. También lucía unos vaqueros pitillos rotos y unas lonas blancas. Llevaba con ella su bolsa de la playa donde siempre guardaba un libro y una toalla para cuando quisiera leer allí. Me miraba con curiosidad:
—Valen ¿Me vas decir hoy por qué siempre me llamas Tess si no soy inglesa?
No pude evitar sonreír. Desde que la conocía la llamaba así, nunca le había contado por qué y siempre que la llamaba así me preguntaba el motivo. La verdad que era una estupidez y no se lo quería contar porque conociéndola me “mataría”. La llamaba así porque Teresa me parecía un poco vieja para ella y decidí darle un nuevo aire más juvenil. Por eso la llamaba Tess pero nunca se lo diría.
—Lo siento—puse cara de pena—, hoy tampoco va a ser.
Teresa me enseñó la lengua, como si tuviera cinco.
—Hola, girls—dijo en aquel momento una voz que procedía de atrás—, ¿llego tarde?
Tess y yo nos volvimos a la vez y vemos a una figura que apenas veíamos pero que reconocimos por el brillo que tenía en su cabello de color marrón caoba. Llevaba unas sandalias negras romanas con unos vaqueros de media pierna y una camisa a cuadros abierta y en su interior se veía una camiseta de Mickey Mouse.
— ¡Marta!—gritamos las dos a la vez, nos levantamos y salimos corriendo a abrazarla. Hacía bastante tiempo que no la veía y muchas veces la extrañaba bastante. Era el tipo de persona que no conoces y no sabes que es un pilar básico para tu vida hasta que se aleja un poco de ti. Nos recibió con los brazos abiertos y estuvimos bastante tiempo abrazadas.
— ¿Acabe sitio para una más?—preguntó una voz femenina. Los separamos un poco aunque yo ya había reconocido la voz. Su dueña era una chica gordita y bajita. Por su cabello rubio y sus ojos azules parecía un ángel aunque ella dijera que no. Llevaba unos pantalones de color rosa con una camisa blanca. Tenía un pañuelo anudado en el cuello que le daba un aspecto francés.
Era Flavia.
Le hicimos un hueco y estuvimos un buen rato abrazadas como buenas amigas que éramos. Cuando nos separamos, todas me miraron directamente. Noté como la alegría que había sentido hacía apenas unos instantes se borraba. La cruda realidad volvía a caer sobre mí y era una losa pesada de mantener. Le dije que se sentaran en mi chaqueta y en toalla de Tess. No sabía cómo empezar, nunca había dado malas noticias y me pregunté cómo podían hacerlo los presentadores de las noticias. Tomé aire y comenzé a hablar:
—Me voy a Madrid—dije rápidamente, como mis amigas me miraban como si para eso las hubiera llamado, continué—: para quedarme a vivir allí.
No hubo reacción. Todas se quedaron mirándome con incredulidad pero ninguna abría la boca o me abrazaba. Supuse que así me habría quedado yo ayer cuando mis padres me lo contaron. Tenían caras de “no me lo puedo creer” y en otra ocasión me habría parecido cómica la situación pero no en aquel momento. El silencio solo era roto por la fuerza del mar al romper contra la playa y por las gaviotas. Entonces fue como si todas hubieran llegado a la misma idea.
— ¿A Madrid?
— ¿Por qué?
— ¿Cuándo?
Intenté calmarlas con mi silencio y mis manos que estaban en posición horizontal que pedían calma. Pero ellas hacían caso omiso de lo que pedían estaban histéricas, más incluso de lo que me había esperado. No sabía qué les importara tanto y aunque estaban mal sentirlo, me sentí muy querida por mis amigas.
Supongo que se cansaron de hacer preguntas porque no las respondía, o por la falta de oxígeno para hablar, pero poco a poco se fueron calmando y me dejaron hablar. Decidí escoger palabras delicadas para no hacerles más daño y poder explicar bien la historia:
—Me lo dijeron ayer, al llegar del instituto. Me voy porque a mi padre lo trasladan a la sede central o algo así. Mi madre también ha pedido ya el traslado, Álex y yo ya estamos matriculados en otra universidad y otro instituto. Yo no quiero irme y estoy segura de que lo sabéis pero no puedo negar ir a Madrid porque soy menor de edad. Me voy mañana, así que no podremos estar todo lo que me hubiera gustado juntas pero hasta la hora de comer me dejan mis padres. Pero os pido que hagáis como si no hubiera dicho esto porque solo quiero pasar un día con mis mejores amigas. Un día normal.
Todas me miraban. Tess estaba medio llorando y me sentí al instante culpable de su tristeza. La alegría habitual que Marta lucían en sus ojos color chocolate estaba ausente, como si se hubiera ido de vacaciones, además de muy pálida. Flavia parecía que era la que mejor lo llevaba porque cuando la miré me dio unas palmaditas en el hombre mientras sonreía pesarosa.
—Tranquila, es lo que vamos a hacer. Así que tú decides que quieres que hagamos. Hoy es tu día y ningún sentimiento malo te lo va a empeñar—indicó ella con sus ojos azules mirándome. Marta y Teresa asintieron. Mi mejor amiga se quitó las lágrimas y me sonrió.
Pensé muy bien lo que quería hacer con ellas y enseguida se me vino a la mente una actividad que a todas nos gustaba, de hecho era una actividad que nos había unido bastante porque era mágico para mí aquella actividad:
— ¡Vamos a bailar!— las chicas me miraron sorprendidas porque no lo decía muy a menudo pero bailar era una de mis grandes pasiones en esta vida. Normalmente íbamos todas juntas a un gimnasio donde recibíamos clases de varios tipos de bailes como el merengue, el pasodoble, el chachachá, la salsa o la bachata. No sabía por qué pero mi favorito era la salsa. Con este baile movía mucho mis caderas y me daba la sensación de que parecía más mujer. La profesora normalmente me decía que me soltara más y con el tiempo lo había conseguido, mis movimientos de caderas eran bastantes más limpios que antes pero aun así no llegaba a encontrar del todo el ritmo. Yo hacía de chica y normalmente mi pareja era Tess pero en este baile existía la rueda cubana. Conseguía en hacer un paso, el damel, con el que te iba con el chico de la pareja que inicialmente estaba a tu derecha. Era muy divertida bailar pero había que reconocer que agotaba mucho. Pero la sensación de ser libre con cada giro era tan gratificante que merecía la pena bailar este género.
Las chicas asintieron pero me dijeron que mejor íbamos a mi casa y jugábamos al Just Dance 3, me convencieron y pusimos rumbo a mi casa. Este juego no era lo mismo pero como la mayoría de canciones que había me encantaban o me volvían loca, me gustaba bastante. Enseguida llegamos a mi casa y subimos corriendo a mi habitación. Cuando entramos las chicas siempre se quedaban contemplándola porque era bastante más espaciosa que las suyas y les encantaba, siempre me decían que era muy afortunada de tener un dormitorio así para mi sola. Encendí rápidamente la consola y saque los cuatro mandos. Miré canciones que fueran cuartetos y la única que más me gustaba era Dynamite de Taio Cruz. Comenzamos a bailar, reírnos y más tarde competir como verdaderas locas. Al final de la canción estábamos que casi no podíamos respirar pero estábamos ansiosas de ver quien había ganado. El cuarto puesto era para Marta con una estrella, el tercero era para Flavia con dos, el segundo era para Tess con cuatro estrellas y finalmente el primer puesto era para mí con cinco estrellas.
— ¡No vale!—protestaron todas a la vez—Juegas más que nosotras y ya te sabes la coreografía.
—Envidia que me tenéis—repuse yo muy digna. Nos reímos mucho ante aquella situación pero hicimos otra canción más. Pero estaban solo permitía a un bailarín. Era de Katy Perry California Gurls. Primero bailó Tess, lo hacía con muchas ganas porque era la canción de una de sus artistas favoritas. Se movía con gran fluidez, casi parecía estar volando y el ritmo de la canción siguiendo sus pasos. Consiguió cuatro estrellas y aunque el resultado estaba bastante bien no le parecía lo suficiente bueno para una artista como Katy Perry. La siguiente fue Marta. Bailaba con ganas pero... sus movimientos eran muy sucios y desacompasados. Parecía como si estuviera buscando desesperadamente el ritmo cuando en realidad si eres un buen bailarín lo llevabas dentro, o eso creía cuando veía películas musicales. Consiguió dos estrellas y se fue a sentar refunfuñando que el mando estaba mal. La siguiente fue Flavia. Aunque no lo hacía con la soltura de Tess se movía con cierta gracia que te hacía que la miraras. Se la veía que estaba disfrutando con su baile pero sobretodo con la canción porque comenzó a leer la letra mientras bailaba. Consiguió tres estrellas. Entonces el turno me llegó. Cogí el mando dispuesta a mejor el resultado de Teresa porque en ese momento iba la primera. Los primeros acordes hicieron su aparición y yo instantáneamente comencé a bailarlos. Era una gran liberación de energía pero sobretodo de sudor. Seguía a la muñeca de la pantalla vagamente y a penas notaba el zumbido del mando de la Wii cuando ganaba una estrella. Cuando terminó la canción lo agradecí profundamente. Cogí mi botella de agua que siempre guardaba en mi mesita de noche mientras salía el resultado. No sabía que puntuación tenía hasta que Tess dijo:
— ¿Pero esto qué es?—al final de la frase su tono era tan elevado que hubiera podido romper un cristal, pensé. Mientras hacía lo mismo y era una cosa que me encantaba de ella que nunca cambiaba. Cuando la habían superado en algo siempre hacia la misma pregunta retórica.
Me giré y vi el resultado. Cinco estrellas, el máximo. Subí el brazo con el mando de la Wii en señal de triunfo mientras oía discutir a Flavia y Marta.
—Te lo dije—reprochaba la chica de los ojos de chocolate a la chica de los ojos azules—, Valentina es mejor que Teresa bailando—se dio la vuelta hacia Tess que estaba fulminándola con la mirada—, lo siento pero es verdad.
—Eso es—replicó Flavia—, porque Valentina ha jugado muchas veces a este juego. Pero tienes que reconocer que Tess también es muy buena jugando.
Como respuesta su amiga le sacó la lengua y se volvió a hacia mí. En ese momento su piel tenía un brillo perlado debido al sudor. Me suplicó que no bailáramos más que estaba bastante cansada para volver si quiera a intentarlo. Pensé que otra cosa podíamos hacer y enseguida descubrí que era lo que quería. Llevábamos bastante tiempo sin hacerlo y tenía unas ganas enormes de hacer como en los viejos tiempos.
—Ver una película. ¿Cuál preferís?
Todas me siguieron hasta mi vestidor donde guardaba las películas. La mayoría eran películas románticas y no había ninguna de terror porque las odiaba profundamente, pero otras tantas eran comedias o simplemente de suspense. Cada una de mis amigas decía una diferente cada dos minutos. Harta, cogí unas cuantas y salimos de allí. Las dejé en el escritorio y la miramos a fondo.
Había cogido cinco. Tres de ellas eran románticas, una de comedia y la última de suspense. Los títulos de las tres románticas eran: Crespúsculo, 3 metros sobre el cielo y El diablo viste de Prada. La cómica era de uno de mis actores estadounidenses favoritos Adam Sandler Os declaro marido y marido. La de suspense era In Time.
Hicimos una especie de primarias y quedó descartada El diablo viste de Prada y Crespúsculo porque ya las habíamos visto muchas veces juntas. En la segunda ronda se eliminó In Time. Finalmente ganó, contra todo pronóstico, Os declaro marido y marido con tres votos a favor y uno en contra. Flavia protestó pero de todas formas puse el DVD.
La película va de dos amigos que trabajan de bomberos. Uno de ellos esta viudo y con dos hijos, mientras que hacía Adam Sandler era un soltero. Por una cosa que el amigo necesita y tiene que estar casado por eso su amigo soltero se casa con él. A partir de ahí ocurren situaciones cómicas que todas reíamos hasta llorar.
Al final de la película alguien llamó a la puerta de mi habitación. Las chicas se quedaron hablando de que les había parecido el film mientras yo iba a abrir. Era María, se había quitado el vestido rojo de ayer y llevaba su traje era tenía un color gris perla que hacía que su piel parecía más pálida. Sus ojos negros estaban terriblemente apagados y cansados. Tan que parecía que tuviera cuarenta años, pensé. Me sonrió a modo de disculpa, nada bueno iba a venir ahora.
—Perdone, Valentina pero su madre me llama para decir que ya es la hora de comer y sus amigas se deben marchar ya a su casa.
La miré con fastidio y maldije en voz baja, cosa que hacía últimamente bastante. Asentí y le dijese a mi madre que esperara unos dichosos minutos para despedir de mis mejores amigas que nunca más volvería a ver. Cuando cerré la puerta me di cuenta de que había exagerado bastante pero tanto daba. Me volví hacia mis amigas y las contemplé. Rían como si nada estuviera a punto de pasar. Como si no me fuera a ir a Madrid para siempre. Lentamente me apoyé en la puerta y me deslicé hasta sentarme en el suelo. No quería pero las lágrimas se agolparon en mis ojos y no las podía contener. Me abracé las piernas como cuando era pequeña y mis padres me castigaban son ver a mis amigas de la infancia que ya apenas recordaba.
Sentí unas manos que me daban algunas palmaditas en mi espalda en forma de ánimo. No dijeron nada hasta que saqué la cabeza de entre mis brazos y piernas. El primer rostro que vi fue el de Tess. Tenía los ojos acuosos pero aun así me intentaba animar con una sonrisa de oreja a oreja. Flavia y Marta también me sonreían para intentar animarme. Nunca pensé que no las vería más, solo quería pasar un gran día con ellas y solo me han dado una mañana y ¿qué hemos hecho? Bailar y ver una película. Nada más, he sido una idiota por querer hacer esto y no algo especial.
—Valentina, tranquila. Podemos hablar por el MSN, no será lo mismo pero por lo menos no perdemos el contacto—intentó animarme Flavia. Asentí e intenté auto convencerme. Ella tenía razón no sería lo mismo pero por lo menos no dejaría de verlas. Pero por mucho que mi cerebro se dijera eso mi corazón ya estaba roto porque esas amigas mías tendrían un pedazo mío. No quería que ellas sufrieran por mi culpa pero me era imposible. Las miré fijamente, intentado memorizar su rostro.
Tardé un poco más en estar aceptable para que mis amigas no se preocuparan por mí. Nos abrazamos con fuerza y nos dimos palabras de ánimo.

Muchos Besos



4 comentarios:

  1. este capitulo ha sio muy triste jop espero que esten bien besos porcierto lo que enviaste en el msn me dice que esta bloqueado no puedo entrar besoos

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  2. OYE SI TE VAS DE BLOGGER AVISA TIO, If you can´t avisa tia coño alfinal voy a dejar de leeerte que niña..... LO DIGO ENSERIO A MI HERMANA LE ENCANTA Y TU LLEVAS DOS SEMANAS SIN PUBLICAR SIN NINGUNA NOTICA PEDAZO DE...

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    Respuestas
    1. Mira si publico o no es cosa mia, lo primero. Lo siento por tu hermana o con quien sea pero no voy a publicar porque no quiero porque la tengo casi terminada pero no la voy a publicar, punto.

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    2. hey joe q pena era super interesante espero q vuelvas porque me he quedado con ganas de saber mas, simepre tienes q recordad q hay gente q le gusta leerte besos y feliz navidad

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Hola
Lo primero gracias por leer mi novela y decirles que sus comentarios me hacen muy feliz pero...
No se permite el insulto a otros comentarios y tampoco a la novela, en cambio, sí se pueden críticas constructivas. Pero me encanta que comenten y disfruten leyendo mi historias
Solo puedo decirles...
¡GRACIAS!

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