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lunes, 10 de septiembre de 2012

Cambios + Capítulo 4

Hola ^^
Ya estoy aqui muahahahaa :P bueno que voy a cambiar estos personajes ;) espero que os gusten los cambios porque estos actores son mas famosos. También que hay de ellos archivos png con fondo transparente  y mola mas!!

Bueno voy a cambiar a Lily Cole por Bella Thorne, Xavier Samuel (al que recordareis por Eclipse) por Josh Hutcherson (lo amo, tiene una cara tan adorable ^^) y finalmente Tom Welling por ¡Adam Lambert! jajaja me encanta ;P
También he cambiado la cabecera (otra ves, seeee :D) he añadido algunas fotos de cosas que me gustan como de Cristiano Ronaldo, Higuaín, Casillas, Piqué, el sinsajo de Los Juegos Del Hambre  una foto del cast de Ciudad De Hueso *_* y una frase de Jace Lightwood que me encanta


Bueno pues al final os dejo con el capítulo que espero que os guste mucho de verdad ^^ y comenteis, claro ;)


Lo primero que noté fue que mi mejilla estaba húmeda. Intenté quitarme aquello pero entonces algo me tocó. Todavía era más acuoso que aquel líquido pero me hizo saltar mi cama. Estaba medio dormida pero aquello me hizo despertar del todo. Vi a una forma pero no sabía que era. Me acerqué despacio a mi mesita de noche para ponerme las lentillas que me permitirían ver bien. Cuando lo hice, vi que la forma tomaba el cuerpo de un Husky Siberiano.
Toby.
—De verdad... ¡Qué susto me has dado, Toby!—grité al perro. Aunque parecía no entenderme del todo bajo las orejas, por el grito seguro. Me arrodillé y le acaricié la cabeza, me daba demasiada pena verle así por mi culpa. Ladró, contento.
Como si hubiera aparecido de repente en mi mente me acordé del mensaje que les había enviado. Cogí el móvil y vi que eran las 10:06. Todavía tenía tiempo de sobra para arreglarme y miré los mensajes. Teresa me preguntaba que qué me pasaba pero que iría a la playa. Marta me decía que seguro que aquel problema que tuviera enseguida se arreglaría. Me reí amargamente, no sabía lo equivocada que estaba y finalmente Flavia me decía que ahí estaría.
Estaba feliz porque fueran a ir pero hubiera preferido no irme a Madrid y no quedar con ellas. Pero de todas formas pronto olvidé aquellos pensamientos porque la tripa reclamaba su Coca—Cao con zumo de naranja. Bajé hacia mi cocina. Siempre que pasaba me ocurría lo mismo. Si en aquel momento tenía calor cuando entraba en aquella estancia me lo robaba y simplemente me quedaba en frío de mi interior. Entré y comencé a prepararme el desayuno. No tenía mucha complicación pero acostumbrada a que me lo hiciera María se me antojaba extraño. Metí a calentar el Cola—Cao cuando de repente unos brazos fuertes me rodearon, eran brazos de hombre sin ninguna duda. La cabeza del individuo se apoyó en mi hombro y fue cuando llegó aquel olor característico de él. Olor a naranjas y a champú.
Álex.
Intenté zafarme de él, divertida. Aquello fue como una batalla hasta que conseguí librarme de sus fuertes brazos de surfista, le miré fijamente. Llevaba unos vaqueros rotos de color verde manzana apagado con una camisa a cuadros grises y rosas con unas zapatillas de lona verdes y grises. Por último, se había peinado muy forma. Todo su cabello estaba peinado hacia atrás lo cual le confería un aspecto de más adulto. Debajo de sus ojos había muestras negras de que apenas había podido dormir pero casi pasaban inadvertidas porque en sus hermosos y azules ojos había un brillo de felicidad.
— ¿Qué haces a estas horas levantado? Si tú eres de los que se quedan durmiendo hasta las doce en vacaciones.
—Ya de lo he dicho cien mil veces. El amor mueve montañas.
Resoplé.
— ¡Qué pesado eres con el amor! De verdad no me imaginaba que estar enamorado fuera tan pesado pero sobre todo para el amigo o para la hermana que tiene que escuchar esta frasecita...
Me giré y cogí mi taza caliente de Cola—Cao. Me dirigí hacia el salón mientras mi hermano decía su discurso de lo importante que era el amor. Mi zumo ya estaba allí y me senté. Álex hizo lo mismo pero también encendió la televisión. Pensé en cómo sería mi último día aquí. Había quedado con mis amigas pero también y sin darme cuenta echaría de menos aquella ciudad que me había visto nacer. También echaría de menos el sonido de las olas al romper contra la orilla, el tranquilo tráfico que circulaba por la noche y la gente pasear sus perros tranquilamente.
— ¡Valentina!—exclamó enfadado Álex— ¿Me estas escuchando?
Le miré y le dirigí una sonrisa de disculpa. Estaba segura de que él sabía que no estaba escuchándole porque me solía pasar a menudo. Me evadía del mundo con gran facilidad, siempre había un pensamiento que reclamara más mi atención. Según mis amigas aquello era una gran virtud porque cuando me aburriera en clase podría pensar en algo que seguro me absorbería como al agua una esponja.
—Te estaba diciendo—continuó mi hermano con gran paciencia—, qué si has quedado con alguien.
—Sí, con mis amigas. Teresa, Flavia y Marta. En la playa a las once y media. ¿Y tú?— alcé la mano antes de que contestara—, me refiero a que si has quedado con algún amigo aparte de Paula.
Mi hermano asintió y comenzó a decir nombres de gente que no conocía. Me alegré por él, por lo menos tenía más gente que yo de la que se tenía que despedir. Cuando terminé mi Cola—Cao y el zumo lo llevé a la cocina. Los dejé en la encimera y miré al reloj que había siempre. Las agujas señalaban las diez y media. Solo tenía una hora.
Corrí hacia mi habitación y adentré en mi vestidor. Observé el tiempo que hacia detrás de la ventana con forma de ojo de buey. Hacía sol pero no la tenía todas conmigo. Busqué algo para aquel día. Me decanté por unos pantalones con flores de estilo hippie que tanto se llevaba con una camiseta verde azulado y unas lonas negras. Decidí llevarme un bolso negro de converse. En él metí una chaqueta de color blanco y el móvil. Salí del vestidor y fui a mi baño. Era espacioso, tenía una bañera antigua que era propiedad de mis abuelos ingleses. Tenía un tocador enorme. El mueble era blanco y tenía muchísimos cajones. En él se sujetaba un gran espejo. Me miré.
Mi cabello pelirrojo estaba hecho una masa encrespada. Abrí el grifo y me eché agua para intentar hacerme una cola de caballo. Pensé que me iba a quedar bastante mal pero era... aceptable.
Bajé medio corriendo las escaleras de mi casa. Cuando salí a la calle hacía sol pero el aire era un poco pegajoso y me dije que se estaba acercando el verano. Pero ya no podría bañarme antes que la mayoría de la gente. Muchas veces pensaba que la playa era mi lugar favorito para pensar en todo. Mi casa estaba bastante cerca de aquella playa que me había visto hacerme mayor. La playa estaba prácticamente desierta, cosa que no solía ocurrir. Me dije a mí misma que era la forma en que la playa tenía de sorprenderme. Caminé lentamente por la arena con mis zapatillas pero me molestaban demasiado y me las quité. Estaba muy fría y húmeda pero era como estar en mi casa. Era tan familiar aquel tacto, pero más familiar era el sonido y la visión que me llegaba. El mar, azul y grandioso, luchaba contra la playa. Hoy había bastante más olas que normalmente y siempre que pasaba me recordaba lo inestable pero sobretodo poderoso que es el mar.
Saqué la chaqueta que me había llevado e hizo la función de toalla. Me senté entre dos palmeras. Siempre que necesitaba pensar había ido a aquel sitio porque me aportaba gran tranquilidad pero en aquel momento no lo conseguía. Solo hacía que me pusiera más nerviosa de lo que ya estaba. Dentro de unos minutos llegarían mis amigas. Les contaría que no las vería más. Que me iría a una ciudad que casi todo el mundo deseaba vivir en ella, pero yo no. ¿Era rara? Desde luego que sí.
Alguien me tapó los ojos cuando menos me lo esperaba. Intenté girarme, alarmada pero no podía. Me puse tensa pero una voz dijo:
— ¿Quién soy?
Rió ante mi propia estupidez. Aquella voz era dulce pero muy potente. Siempre era así y nunca cambiaría.
— ¡Qué susto me has dado! ¡Mala gente!—grité. Hubiera sonado como una amenaza sino hubiera sido porque casi se me rompió la voz por la risa. Intenté quitarme aquellas manos que eran frías como el hielo. Pero ella las presionó más contra mi cara.

— ¿No sabes quién soy?
—Mira que eres idiota. Eres Tess—dije por fin medio divertida. Por fin las manos se quitaron y pude ver la luz. Me volví y la vi. Era alta, seguramente estaba entre el metro ochenta o metro ochenta y cinco. Su cabello moreno con mechas rubias le caía en la cara por culpa del viento que hacía que se lo quitara impaciente. Sus ojos color avellana brillaban más cuando había agua cerca porque era su gran pasión. Llevaba una sudadera blanca con la inscripción I'm London. Se la había comprado en el viaje de 2º de ESO. También lucía unos vaqueros pitillos rotos y unas lonas blancas. Llevaba con ella su bolsa de la playa donde siempre guardaba un libro y una toalla para cuando quisiera leer allí. Me miraba con curiosidad:
—Valen ¿Me vas decir hoy por qué siempre me llamas Tess si no soy inglesa?
No pude evitar sonreír. Desde que la conocía la llamaba así, nunca le había contado por qué y siempre que la llamaba así me preguntaba el motivo. La verdad que era una estupidez y no se lo quería contar porque conociéndola me “mataría”. La llamaba así porque Teresa me parecía un poco vieja para ella y decidí darle un nuevo aire más juvenil. Por eso la llamaba Tess pero nunca se lo diría.
—Lo siento—puse cara de pena—, hoy tampoco va a ser.
Teresa me enseñó la lengua, como si tuviera cinco.
—Hola, girls—dijo en aquel momento una voz que procedía de atrás—, ¿llego tarde?
Tess y yo nos volvimos a la vez y vemos a una figura que apenas veíamos pero que reconocimos por el brillo que tenía en su cabello de color marrón caoba. Llevaba unas sandalias negras romanas con unos vaqueros de media pierna y una camisa a cuadros abierta y en su interior se veía una camiseta de Mickey Mouse.
— ¡Marta!—gritamos las dos a la vez, nos levantamos y salimos corriendo a abrazarla. Hacía bastante tiempo que no la veía y muchas veces la extrañaba bastante. Era el tipo de persona que no conoces y no sabes que es un pilar básico para tu vida hasta que se aleja un poco de ti. Nos recibió con los brazos abiertos y estuvimos bastante tiempo abrazadas.
— ¿Acabe sitio para una más?—preguntó una voz femenina. Los separamos un poco aunque yo ya había reconocido la voz. Su dueña era una chica gordita y bajita. Por su cabello rubio y sus ojos azules parecía un ángel aunque ella dijera que no. Llevaba unos pantalones de color rosa con una camisa blanca. Tenía un pañuelo anudado en el cuello que le daba un aspecto francés.
Era Flavia.
Le hicimos un hueco y estuvimos un buen rato abrazadas como buenas amigas que éramos. Cuando nos separamos, todas me miraron directamente. Noté como la alegría que había sentido hacía apenas unos instantes se borraba. La cruda realidad volvía a caer sobre mí y era una losa pesada de mantener. Le dije que se sentaran en mi chaqueta y en toalla de Tess. No sabía cómo empezar, nunca había dado malas noticias y me pregunté cómo podían hacerlo los presentadores de las noticias. Tomé aire y comenzé a hablar:
—Me voy a Madrid—dije rápidamente, como mis amigas me miraban como si para eso las hubiera llamado, continué—: para quedarme a vivir allí.
No hubo reacción. Todas se quedaron mirándome con incredulidad pero ninguna abría la boca o me abrazaba. Supuse que así me habría quedado yo ayer cuando mis padres me lo contaron. Tenían caras de “no me lo puedo creer” y en otra ocasión me habría parecido cómica la situación pero no en aquel momento. El silencio solo era roto por la fuerza del mar al romper contra la playa y por las gaviotas. Entonces fue como si todas hubieran llegado a la misma idea.
— ¿A Madrid?
— ¿Por qué?
— ¿Cuándo?
Intenté calmarlas con mi silencio y mis manos que estaban en posición horizontal que pedían calma. Pero ellas hacían caso omiso de lo que pedían estaban histéricas, más incluso de lo que me había esperado. No sabía qué les importara tanto y aunque estaban mal sentirlo, me sentí muy querida por mis amigas.
Supongo que se cansaron de hacer preguntas porque no las respondía, o por la falta de oxígeno para hablar, pero poco a poco se fueron calmando y me dejaron hablar. Decidí escoger palabras delicadas para no hacerles más daño y poder explicar bien la historia:
—Me lo dijeron ayer, al llegar del instituto. Me voy porque a mi padre lo trasladan a la sede central o algo así. Mi madre también ha pedido ya el traslado, Álex y yo ya estamos matriculados en otra universidad y otro instituto. Yo no quiero irme y estoy segura de que lo sabéis pero no puedo negar ir a Madrid porque soy menor de edad. Me voy mañana, así que no podremos estar todo lo que me hubiera gustado juntas pero hasta la hora de comer me dejan mis padres. Pero os pido que hagáis como si no hubiera dicho esto porque solo quiero pasar un día con mis mejores amigas. Un día normal.
Todas me miraban. Tess estaba medio llorando y me sentí al instante culpable de su tristeza. La alegría habitual que Marta lucían en sus ojos color chocolate estaba ausente, como si se hubiera ido de vacaciones, además de muy pálida. Flavia parecía que era la que mejor lo llevaba porque cuando la miré me dio unas palmaditas en el hombre mientras sonreía pesarosa.
—Tranquila, es lo que vamos a hacer. Así que tú decides que quieres que hagamos. Hoy es tu día y ningún sentimiento malo te lo va a empeñar—indicó ella con sus ojos azules mirándome. Marta y Teresa asintieron. Mi mejor amiga se quitó las lágrimas y me sonrió.
Pensé muy bien lo que quería hacer con ellas y enseguida se me vino a la mente una actividad que a todas nos gustaba, de hecho era una actividad que nos había unido bastante porque era mágico para mí aquella actividad:
— ¡Vamos a bailar!— las chicas me miraron sorprendidas porque no lo decía muy a menudo pero bailar era una de mis grandes pasiones en esta vida. Normalmente íbamos todas juntas a un gimnasio donde recibíamos clases de varios tipos de bailes como el merengue, el pasodoble, el chachachá, la salsa o la bachata. No sabía por qué pero mi favorito era la salsa. Con este baile movía mucho mis caderas y me daba la sensación de que parecía más mujer. La profesora normalmente me decía que me soltara más y con el tiempo lo había conseguido, mis movimientos de caderas eran bastantes más limpios que antes pero aun así no llegaba a encontrar del todo el ritmo. Yo hacía de chica y normalmente mi pareja era Tess pero en este baile existía la rueda cubana. Conseguía en hacer un paso, el damel, con el que te iba con el chico de la pareja que inicialmente estaba a tu derecha. Era muy divertida bailar pero había que reconocer que agotaba mucho. Pero la sensación de ser libre con cada giro era tan gratificante que merecía la pena bailar este género.
Las chicas asintieron pero me dijeron que mejor íbamos a mi casa y jugábamos al Just Dance 3, me convencieron y pusimos rumbo a mi casa. Este juego no era lo mismo pero como la mayoría de canciones que había me encantaban o me volvían loca, me gustaba bastante. Enseguida llegamos a mi casa y subimos corriendo a mi habitación. Cuando entramos las chicas siempre se quedaban contemplándola porque era bastante más espaciosa que las suyas y les encantaba, siempre me decían que era muy afortunada de tener un dormitorio así para mi sola. Encendí rápidamente la consola y saque los cuatro mandos. Miré canciones que fueran cuartetos y la única que más me gustaba era Dynamite de Taio Cruz. Comenzamos a bailar, reírnos y más tarde competir como verdaderas locas. Al final de la canción estábamos que casi no podíamos respirar pero estábamos ansiosas de ver quien había ganado. El cuarto puesto era para Marta con una estrella, el tercero era para Flavia con dos, el segundo era para Tess con cuatro estrellas y finalmente el primer puesto era para mí con cinco estrellas.
— ¡No vale!—protestaron todas a la vez—Juegas más que nosotras y ya te sabes la coreografía.
—Envidia que me tenéis—repuse yo muy digna. Nos reímos mucho ante aquella situación pero hicimos otra canción más. Pero estaban solo permitía a un bailarín. Era de Katy Perry California Gurls. Primero bailó Tess, lo hacía con muchas ganas porque era la canción de una de sus artistas favoritas. Se movía con gran fluidez, casi parecía estar volando y el ritmo de la canción siguiendo sus pasos. Consiguió cuatro estrellas y aunque el resultado estaba bastante bien no le parecía lo suficiente bueno para una artista como Katy Perry. La siguiente fue Marta. Bailaba con ganas pero... sus movimientos eran muy sucios y desacompasados. Parecía como si estuviera buscando desesperadamente el ritmo cuando en realidad si eres un buen bailarín lo llevabas dentro, o eso creía cuando veía películas musicales. Consiguió dos estrellas y se fue a sentar refunfuñando que el mando estaba mal. La siguiente fue Flavia. Aunque no lo hacía con la soltura de Tess se movía con cierta gracia que te hacía que la miraras. Se la veía que estaba disfrutando con su baile pero sobretodo con la canción porque comenzó a leer la letra mientras bailaba. Consiguió tres estrellas. Entonces el turno me llegó. Cogí el mando dispuesta a mejor el resultado de Teresa porque en ese momento iba la primera. Los primeros acordes hicieron su aparición y yo instantáneamente comencé a bailarlos. Era una gran liberación de energía pero sobretodo de sudor. Seguía a la muñeca de la pantalla vagamente y a penas notaba el zumbido del mando de la Wii cuando ganaba una estrella. Cuando terminó la canción lo agradecí profundamente. Cogí mi botella de agua que siempre guardaba en mi mesita de noche mientras salía el resultado. No sabía que puntuación tenía hasta que Tess dijo:
— ¿Pero esto qué es?—al final de la frase su tono era tan elevado que hubiera podido romper un cristal, pensé. Mientras hacía lo mismo y era una cosa que me encantaba de ella que nunca cambiaba. Cuando la habían superado en algo siempre hacia la misma pregunta retórica.
Me giré y vi el resultado. Cinco estrellas, el máximo. Subí el brazo con el mando de la Wii en señal de triunfo mientras oía discutir a Flavia y Marta.
—Te lo dije—reprochaba la chica de los ojos de chocolate a la chica de los ojos azules—, Valentina es mejor que Teresa bailando—se dio la vuelta hacia Tess que estaba fulminándola con la mirada—, lo siento pero es verdad.
—Eso es—replicó Flavia—, porque Valentina ha jugado muchas veces a este juego. Pero tienes que reconocer que Tess también es muy buena jugando.
Como respuesta su amiga le sacó la lengua y se volvió a hacia mí. En ese momento su piel tenía un brillo perlado debido al sudor. Me suplicó que no bailáramos más que estaba bastante cansada para volver si quiera a intentarlo. Pensé que otra cosa podíamos hacer y enseguida descubrí que era lo que quería. Llevábamos bastante tiempo sin hacerlo y tenía unas ganas enormes de hacer como en los viejos tiempos.
—Ver una película. ¿Cuál preferís?
Todas me siguieron hasta mi vestidor donde guardaba las películas. La mayoría eran películas románticas y no había ninguna de terror porque las odiaba profundamente, pero otras tantas eran comedias o simplemente de suspense. Cada una de mis amigas decía una diferente cada dos minutos. Harta, cogí unas cuantas y salimos de allí. Las dejé en el escritorio y la miramos a fondo.
Había cogido cinco. Tres de ellas eran románticas, una de comedia y la última de suspense. Los títulos de las tres románticas eran: Crespúsculo, 3 metros sobre el cielo y El diablo viste de Prada. La cómica era de uno de mis actores estadounidenses favoritos Adam Sandler Os declaro marido y marido. La de suspense era In Time.
Hicimos una especie de primarias y quedó descartada El diablo viste de Prada y Crespúsculo porque ya las habíamos visto muchas veces juntas. En la segunda ronda se eliminó In Time. Finalmente ganó, contra todo pronóstico, Os declaro marido y marido con tres votos a favor y uno en contra. Flavia protestó pero de todas formas puse el DVD.
La película va de dos amigos que trabajan de bomberos. Uno de ellos esta viudo y con dos hijos, mientras que hacía Adam Sandler era un soltero. Por una cosa que el amigo necesita y tiene que estar casado por eso su amigo soltero se casa con él. A partir de ahí ocurren situaciones cómicas que todas reíamos hasta llorar.
Al final de la película alguien llamó a la puerta de mi habitación. Las chicas se quedaron hablando de que les había parecido el film mientras yo iba a abrir. Era María, se había quitado el vestido rojo de ayer y llevaba su traje era tenía un color gris perla que hacía que su piel parecía más pálida. Sus ojos negros estaban terriblemente apagados y cansados. Tan que parecía que tuviera cuarenta años, pensé. Me sonrió a modo de disculpa, nada bueno iba a venir ahora.
—Perdone, Valentina pero su madre me llama para decir que ya es la hora de comer y sus amigas se deben marchar ya a su casa.
La miré con fastidio y maldije en voz baja, cosa que hacía últimamente bastante. Asentí y le dijese a mi madre que esperara unos dichosos minutos para despedir de mis mejores amigas que nunca más volvería a ver. Cuando cerré la puerta me di cuenta de que había exagerado bastante pero tanto daba. Me volví hacia mis amigas y las contemplé. Rían como si nada estuviera a punto de pasar. Como si no me fuera a ir a Madrid para siempre. Lentamente me apoyé en la puerta y me deslicé hasta sentarme en el suelo. No quería pero las lágrimas se agolparon en mis ojos y no las podía contener. Me abracé las piernas como cuando era pequeña y mis padres me castigaban son ver a mis amigas de la infancia que ya apenas recordaba.
Sentí unas manos que me daban algunas palmaditas en mi espalda en forma de ánimo. No dijeron nada hasta que saqué la cabeza de entre mis brazos y piernas. El primer rostro que vi fue el de Tess. Tenía los ojos acuosos pero aun así me intentaba animar con una sonrisa de oreja a oreja. Flavia y Marta también me sonreían para intentar animarme. Nunca pensé que no las vería más, solo quería pasar un gran día con ellas y solo me han dado una mañana y ¿qué hemos hecho? Bailar y ver una película. Nada más, he sido una idiota por querer hacer esto y no algo especial.
—Valentina, tranquila. Podemos hablar por el MSN, no será lo mismo pero por lo menos no perdemos el contacto—intentó animarme Flavia. Asentí e intenté auto convencerme. Ella tenía razón no sería lo mismo pero por lo menos no dejaría de verlas. Pero por mucho que mi cerebro se dijera eso mi corazón ya estaba roto porque esas amigas mías tendrían un pedazo mío. No quería que ellas sufrieran por mi culpa pero me era imposible. Las miré fijamente, intentado memorizar su rostro.
Tardé un poco más en estar aceptable para que mis amigas no se preocuparan por mí. Nos abrazamos con fuerza y nos dimos palabras de ánimo.

Muchos Besos



viernes, 7 de septiembre de 2012

Resultados de las encuestas

Hola pues aquí os dejo los resultado
Ha ganado Bella Thorne con 3 votos contra 2
y también Josh Hutcherson contra Xavier Samuel por 4 votos contra 0.
Ya he hecho una nueva cabecera, os gusta? A mi me encanta de verdad :)
Bueno tambien he hecho una página sobre mí :P jajaja Espero que os guste y así podéis cotillar por así decir jajaja.
Bueno el próximo capítulo lo publicaré el 10 jajaja a las 0:00 horas ;P
Bueno pues ya me voy jajaja
Muchos besos

martes, 4 de septiembre de 2012

Capítulo 3 + Cositas ^^


Holita ^^
¿Qué tal estáis? Bueno pues deciros que he puesto algo parecido a que no copien el blog así que si sale una ventanita con Este blog está protegido no os asustéis :P También he puesto un playlist donde podréis escuchar mi música mientras leéis :D ¿Que más?...
Bueno pues que ya he llegado a las cien páginas ^^ Así que... ya me queda menos para llegar a mi objetivo. También estaba pensando cambiar la imagen de la protagonista ya que me gusta más Bella Thorne y también Mikel por Josh Hutcherson ^^ Bueno espero que me digais cual os gusta más por si lo cambio o no. Bueno que os aburro con mi charla :P así que os dejo el capítulo.




Bajamos al salón. Había velas por todos los lados lo cual creaba una atmosfera muy intima que no me terminaba de convencer. Mis padres estaban sentados juntos cuando llegamos. Estaban bebiendo tranquilamente y charlando. Hasta podría estar en una cita y no soportaba la idea. En un acto de rabia encendí la luz del salón. Mis padres se volvieron enfadados pero no me dijeron nada. Álex y yo nos sentamos al lado el uno del otro, para intentar apoyarnos.
¡María!—gritó Cristina. No se había cambiado de ropa pero su rostro parecía tener más años que durante la comida— Ya puede traernos la cena.
La miré con odio pero un poco disimulado, porque a pesar de estar enfadada con ella seguía siendo mi madre. Pero seguía pensando que aquella forma de tratar a las personas era una malísima costumbre que era muy arcaica pero nunca conseguiría hacer cambiar de parecer a Cristina. Era una gran frustración callar los defectos de mi madre mientras que ella me echaba en cara todos los míos.
María entró al salón con la fuente de chuletas con patatas. Seguía llevando aquella cola de cabello pero se había cambiado de ropa. Ahora llevaba un vestido de color rojo que le habíamos regalado por su cumpleaños. Estaba bellísima, aunque en realidad era así. Seguro que había quedado porque por las noches solía salir. Su piel pálida con aquel traje tenía pinta de un vampiro porque el color era escarlata como la sangre y una palidez que me recordaba a Drácula.
La posó sobre la mesa y se marchó a por la ensalada. Pero se creó un silencio tenso entre nosotros, pero no me importaba. Enseguida volvió con la ensalada. Se sentó a mi lado y yo le sonreí para darle ánimos para que hablara con mis padres sobre los suyos. Ella asintió pero primero se sirvió la comida. Comimos en silencio hasta que Álex decidió romperlo:
María os quiere decir algo.
Ella asintió pero se sonrojo al instante, quedaba ideal con su vestido. Tragó saliva mientras mis padres clavaban sus miradas en ella.
La verdad que sí—se limpió la boca con la servilleta naranja claro—. Ustedes han sido siempre muy amables conmigo y estaré eternamente agradecida. Pero como saben tengo a mis padres enfermos a mi cargo. Por eso, si no es mucho pedir, me gustaría que me dieran un fin de semana libre al mes para poder venir a visitarles. No se lo pediría si me pareciera innecesario pero mi padre cada día está peor por el cáncer de hígado que tiene. Además a mi madre le han diagnosticado una enfermedad que no recuerdo ahora el nombre pero que es muy mala. Con mi sueldo quiero contratar a alguien para que cuide de ellos pero no puedo estar lejos de mis padres. Espero que lo entiendan...
Hubo un nuevo silencio en la mesa. Miré a María con mucho pesar. No sabía que tenían sus padres porque nunca hablaba de ellos, salvo para decir que se iba a su casa para visitarlos. Se me rompió el corazón al ver que se iba con nosotros a Madrid por el sueldo porque si no estoy segura de que se hubiera quedado aquí para cuidarles. Al pensar en aquello algunas lágrimas aparecieron por mis ojos pero no quería llorar.
Claro que se lo daremos, María—dijo mi padre muy serio. Estaba segura de que no le gustaba nada la idea de tenerla fuera un fin de semana entero pero si le hubiera dicho que no sería demasiado cruel, hasta para él—. Siempre hemos abusado de su disponibilidad y es lo mínimo que puedo hacer para que usted esté más a gusto.
Nuestra asistente sonrió llena de alegría a mi padre. Antes de que ella pudiera decir nada, Álex añadió:
Me gustaría venir con ella.
Mis padres le miraron con cierta sorpresa en sus ojos. No eran lo que esperaban, estaba claro.
¿Por qué?—preguntó mi madre que había estaba a punto de atragantarse. Todavía estaba roja por eso y con los ojos llorosos—Álex no me parece bien que te vengas aquí, la verdad. Tienes que estar más pendiente de la carrera que es lo que te va hacer comer el día de mañana. Un fin de semana me parece demasiado, además las vacaciones las podemos pasar aquí. Pero primero son tus estudios.
Pero aunque mi madre hablaba con calma mi hermano estalló. Su rabia le hacía que estuviera rojo como el vestido de María. Se le marcaba la vena del cuello tanto que incluso daba miedo. Sus ojos hervían de ira. Mis padres no entendían el motivo porque no se lo había contado pero era un motivo bastante fuerte como para ponerse así:
Mamá, ¿sabes que tengo una vida aparte mis estudios? Nunca te has preocupado por nuestros sentimientos siempre has querido que consiguiéramos ser lo que tú nunca serás. A lo mejor estas intentado evitar que comentamos tus errores pero no podemos vivir nuestra vida sin equivocarnos. Estoy harto de vivir así. Nos metes demasiada caña y encima ahora tomáis la decisión de irnos a Madrid sin consultarnos, pero por lo que sé nos vamos pasado mañana ¿no?—mi madre asintió pero se notaba que lo hacía automáticamente porque no se terminaba de creer lo que Álex estaba diciendo. Aunque en cierta forma yo tampoco me esperaba que saltara de aquel modo—Eso temía.
Se levantó y se fue corriendo hacia arriba. Cuando llegó, supuse que a su habitación, cerró de un portazo. Mis padres enmudecieron. Tenían caras de agotamiento total. Les había afectado lo que su primogénito les había dicho. Era duro, sí, pero era la verdad. Nunca se había preocupado por nosotros, solo querían buenas notas. Pero tampoco aprobaba de todo la reacción de Álex había sido demasiado duro con ellos. Lo hacía porque quería ver a Paula pero aun así no tenía perdón. Pero aun así había dicho algo que hasta el momento no sabía:
¿Nos vamos pasado mañana?
Fue mi padre el que contestó con su voz de notario que tanto odiaba.
Sí, Valentina. Si te quieres despedir de alguien será mejor que lo hagas mañana porque será nuestro último día en esta ciudad.
Le miré a mi padre. Deseaba recriminarle que era muy poco tiempo pero entonces me miró con sus ojos azules de hielo. Casi nunca transmitían ninguna emoción pero esta vez sus ojos me miraban suplicantes para que me callara. Había mucha desesperación en ellos. Nunca le había visto así tan abatido por todo. Era espeluznante. También miré a mi madre. Ella estaba centrada en sus chuletas pero un aura de tristeza la envolvía. Me dio mucha pena verla así aunque por un instante pensé que se lo merecía.
Decidí quedarme y terminar de comer. Aquel ambiente no era nada ideal para una conversación, cosa que me llevó a pensar de quién me quería despedir. Al instante vino a mi mente Teresa. Con su alegría enseguida conocería a otra amiga mejor que yo pero aun así la quería como una hermana. Echaría de menos sus intervenciones en mis pensamientos, su risa y su característico “No me puedo creer que todavía no te hayas enamorado”. Pero aparte de ella nadie más apareció en mi mente. No era una chica muy dada a tener amigos pero después de tanto tiempo en esta ciudad pensaba que alguien me echaría de menos o querría despedirme de ella. Tenía bastantes compañeros de clase con los que me llevaba bien pero ahí terminaba nuestra relación. Aunque luego conforme recogía mi plato y llevaba a la cocina también aparecieron otras personas. Marta, era otra amiga mía. Su cabello era liso y de un color caoba que siempre brillaba cuando le daba el sol. Sus ojos eran de un color chocolate bellísimo y que encandilaba cuando te miraba. Era delgada y muy bajita. Nos habíamos conocido un día en la biblioteca, antes de ir al instituto juntas. Desde entonces siempre habíamos hablado de todo, pero ahora tenía un novio y apenas salía con Teresa y conmigo. Luego más tarde vino Flavia, era rubia y con los ojos azules. Era un poco gordita y bajita pero siempre era muy simpática. Era graciosa como nadie lo era porque siempre tenía chistes guardados en la recamara para momentos de tensión.
Me alegré al pensar en ellas porque al final resultaba que sí tenía amigas a pesar de mi carácter. Decidí llamarlas para contarles que me iba de la ciudad pero no me apetecía hablar con ellas. Solo quería estar en mi cama para descansar de aquel día que nunca olvidaría.
Cogí el móvil y pronto tecleé el mensaje.

Hola chicas. Espero que os lo estéis pasando bien, vale nos acaban de dar las vacaciones pero espero que estéis bien. Quiero quedar mañana con vosotras porque hay una cosa muy importante que os quiero contar. Es muy urgente y tiene que ser mañana cuando os lo diga. Espero que vengáis porque os necesito. ¿Quedamos a las 11:30 en la playa de siempre?
Besos
Lo envié nada más releerlo a Teresa, Marta y Flavia pero no esperé sus respuestas. Entonces como si apenas me hubiera dado cuenta de lo que hacía estaba con el pijama puesto y en mi cama. Dejé el teléfono en mi mesita pero antes lo había puesto en silencio. Intenté dormirme pero no acudía a mí. Solo podía ver las torres Kio, La puerta de Alcalá y El Retiro. Suspiré cansada de ver aquellas imágenes que disfrutaban fastidiándome. Encendí el flexo y comencé a leer la novela con el fin de encontrar el sueño. El libro era La gramática del amor de Rocío Carmona. Me resultaba leer extraño sobre cómo se sentía la protagonista puesto que nunca había experimentado ese tipo de emociones pero me gustaba la prosa con la que la escritora explicaba todo. Me encantaba la forma de pensar de Irene porque me parecía tan distinta de la mía. La encantaba la relación que tenían el profesor y ella pero sobretodo que decidiera ayudar en esos momentos tan complicados cuando alguien te deja, o eso suponía yo. Estaba muy interesante pero en el momento más inoportuno mis parpados estaban pesados. Enseguida Morfeo vino a visitarme y llevarme al mundo de los sueños. Donde todo parecía ser real.


Espero que os guste y comentéis. Es un poco corto y por eso publicaré antes los próximo capítulo, el lunes 10 ;)
Muchos besos



domingo, 26 de agosto de 2012

Novedades + Capítulo 2

Hola
Este es Bruno y es mi personaje favorito ^^
Veo que os deje mucho con la intriga en el capítulo anterior así que decidido ponerlo antes de lo previsto jeje. También he decido poner al final de la entrada cuando voy a publicar y así no estar tanto a la ligera, y sabeis más o menos la fecha exacta. También deciros que he hecho actualizaciones en la página Personajes,ya que he puesto la descripción de Yon y Belinda Di Aloi, Bruno y Mikel García. Más adelante os pondre la descripción de la mala malísima jajaja. Solo puede decir que se llama Michelle.
También si por una casualidad os perdeis algun capitulo os lo voy a poner imagenes que os llevan alli directamente ^^

¿Os gusta la nueva cabecera jajaja? Para l@s que habeis llegado más tarde y ya estaba esta os dejo una imagen de la otra y ya me decis :P

He creado un ask para Valentina que podreis encontrar en la columna derecha (la unica que hay jeje) y podreis preguntar cosas.
Bueno y despues de aburriros mucho os dejo con el capitulo.


Solo podía llorar sobre mi cama. Era una terrible pesadilla, no me podía suceder aquello. No estaría con Teresa. Mi mejor amiga, la única que me conocía de verdad. Mientras era un volcán de sentimientos pero sobretodo muy razonable en estas situaciones. Me gustaría poder llamarla y contarle todo eso ahora mismo porque ella siempre me consolaba, incluso cuando nadie podía hacerlo, ella lo conseguía.
Fue entonces cuando sonaron unos leves golpes en su puerta. Oyó una voz amortiguada:
Valentina... ¿me dejas pasar?
La chica miró su puerta blanca como si pudiera ver a detrás de ella a su hermano. Seguro que estaba mirando el picaporte para saber si ella iba a abrir la puerta. Estaría preocupado porque hasta se le notaba en su voz. Haría sonar sus nudillos como siempre que estaba nervioso.
Álex... ¡Déjame en paz! Tú lo sabías y no me lo has contado. Nos hicimos un juramento de contarnos todas las cosas que nos pasaran aunque fueran muy malas...
Entonces él intentó abrir la puerta mientras decía:
No me he enterado hasta que han llegado los dos a casa. Déjame pasar y lo hablamos.
Siempre usaba ese tono de abogado que había adquirido de su carrera de derecho aunque también tenía tono de notario que había heredado de nuestro padre, era una cosa que odiaba porque parecían dos fríos témpanos de hielo sin sentimientos. Volví a mirar otra vez la puerta y me odié a mi misma porque me dirigí hacia la puerta para abrirla.
En cuanto la abrí Álex, se coló dentro con tal rapidez que cuando me di la vuelta ya me estaba mirando con sus ojos azules. Estaban llenos de culpabilidad, me dije con cierta tristeza. Estaba claro que me lo quería contar pero nuestros padres se lo habían impedido. Comencé otra vez a llorar. Esta vez me abrazó y pude enterrar mi cara en su chaqueta vaquera. Me comenzó a acariciar el pelo como cuando era pequeña y me hacía alguna herida. Últimamente, Álex no estaba en casa y lo echaba mucho de menos pero cuando lo veía sabía perfectamente el motivo. Aunque fuera su hermana sabía perfectamente era bastante atractivo con melena rubia y sus ojos azules. Tenía un cierto encanto inglés que había heredado de mi padre.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, abrazados, pero para mí fueron apenas unos instantes. Álex buscó con sus manos mi cara. Me cogió y me obligó a mirarle.
Valen, no sabía esto... Cuando he llegado me he encontrado con esto. Por eso no te lo he contado antes—explicó mi hermano con gran sentido de culpa.
Te creo pero... Es muy fuerte que nos vayamos a vivir a Madrid. No sé... Es como dejar de la vida de nos ha costado tanto hacer por una mierda de decisiones de unos gilipollas.
Álex se separó un poco de mí y me miró con un renovado humor.
¿Desde cuándo hablas tú así?—bromeó mi hermano, consiguió hacerme reír. Por eso le había querido tanto, siempre que estaba deprimida me había animado con humor o si no quería hablar nos poníamos a jugar al FIFA 2012 y me dejaba ganar porque él era muy bueno jugando a este videojuego.
Desde que nos vamos a Madrid—respondí tristemente—. No quiero irme, Álex.
Yo sí, no te jode—al ver mi cara, cambió y se disculpó—.Lo siento pero ¿qué te crees? ¿Qué a mí me encanta irme de aquí para ir a Madrid? Valentina, yo tengo aquí más cosas que tú, dejo a mi novia, mis amigos y el club de surf...
Pero aun así no me dejó de asombrar por una cosa que no me había contado. Le miró con incredulidad antes de preguntar:
¿Tienes novia?
Pillé a Álex de lleno, se enfadó consigo mismo pero no dijo nada. Le obligué a sentarse en mi sillón. Mi habitación era bastante espaciosa, había una cama de matrimonio en el centro, al lado una mesita de noche donde descansaba una novela que me había regalado mi hermano, un pequeño vaso con agua y un flexo. En el lado derecho tenía un gran escritorio donde todavía descansaba el libro de Física y Química, porque había hecho un examen hace dos días. Descansaba en una televisión de plasma con DVD y la Wii. En frente tenía un sillón para cuando jugaba a la Wii o veía una película. En el lado izquierdo tenía mi vestidor con toda mi ropa, mis películas, mis libros y mis CD's.
Cogió un gran cojín de mi cama y me senté al lado suyo. Estaba un poco pálido pero finalmente comenzó a hablar:
Se llama Paola y la conocí en la universidad. Va a mi misma clase y seguro que la conoces. Tiene el cabello negro como la noche y una mirada felina con sus ojos verde ambarino. Es italiana y está aquí de Erasmus—explicó él un poco avergonzado. Le miré con cierto enfado, nunca me había ocultado nada porque yo tampoco se lo había hecho.
¿Cuando me lo ibas a contar?—pregunté apartando mi mirada de la suya. Él suspiró y comenzó a disculparse por no habérmelo dicho pero, según él, todavía no era nada serio. Hacía poco que llevaban saliendo y no quería presentársela a mis padres. Me contó que la quería y tenía miedo por lo que sentía.
Le escuché atentamente pero no comprendía sus emociones porque nunca me había enamorado de nadie, tenía quince años pero era verdad. Todas mis amigas se habían enamorado ya, algunas estaban con sus novios pero otras estaban solas y solo se tenían las unas a las otras. En muchas ocasiones Teresa me preguntaba si veía atractivo a un chico y yo respondía que sí pero nunca había tenido mariposas en el estómago por nadie o me había quedado sin había cuando un chico me sonreía abiertamente. Ella en cambio, ya había tenido tres novios distintos y solo habían estado tres semanas como mucho. Al principio era muy bonito verles porque parecían felices. A la semana, Teresa ya estaba ligeramente enfadada porque iba conociendo mejor a su novio. En la última semana no dejaban de discutir y entonces rompían. Los veía ahora y después de su relación y no paraba de pensar que antes de que salieran mi amiga decía que estaba muy enamorada del chico. Según ella, era el hombre de su vida pero finalmente decía que un imbécil porque no coincidían.
Pero observé atentamente a mi hermano y no es el mismo amor que demuestran sus ojos. Al hablar de ella se le iluminan de una manera especial, como si tuvieran luz propia. Nunca los había visto así con nadie y a lo mejor lo más parecido era cuando estaba conmigo pero tenía un matiz fraternal en ellos. Pero también cuando hablaba de Paola su voz sonaba triste aunque pretendiera evitarlo con algunas bromas, se notaba que la quería mucho pero no tenía más remedio que irse a Madrid y olvidarla. Supuse que me pasaría algo parecido con Teresa pero no del mismo modo.
Cuando finalmente comprendí que no la iba a ver más, también vi el dolor de mi hermano pero el suyo era un dolor bastante más intenso que el mío y lo pasaría peor. Me levanté y le abracé con fuerza. Los dos éramos las víctimas de un cambio de vida que tenían que llevar a cabo mis padres. No era justo que nos llevaran con ellos porque Álex y yo no queríamos ir. Entonces, como si se hubiera encendido una bombilla en mi cerebro como en los dibujos animados, se me ocurrió una idea. Me separé un poco de mi hermano y le miré con una renovada esperanza.
Álex, tú tienes diecinueve años—dije con tranquilidad. Él miró como si me hubiera vuelto loca pero continué—. Lo que quiero decir, es que eres mayor de edad. No tienes que irte a vivir con papá y mamá. Te puedes quedar aquí. Demás no creo que sea tan fácil cambiar de universidad ¿no?
Mi hermano sonrió, pero no era su habitual sonrisa. Alegre sino triste y con gran pesar.
Eso mismo pensé yo pero papá tiene contactos y ya me había cambiado a la Universidad de Madrid. A ti te ha hecho lo mismo, esta mañana ha ido a tu instituto después de salir del trabajo y ya te ha encontrado un buen instituto pero este es privado. Además antes de que me digas que no podemos vender la casa ya te contesto yo porque he preguntado lo mismo. No la vamos a vender, pero si vivimos en Madrid va a ser de alquiler. Esta casa va a seguir siendo nuestra por lo menos.
Le miró incrédula. No me puedo creer que si se lo han dicho esta mañana ya esté todo planeado. Encima voy a ir a un instituto privado. Nunca he ido a uno pero sé que tendré que llevar uniforme y no mi cárdigan con mis vaqueros. Llevaré un jersey que me quedará horrible con una falda a cuadros como sale en las series.
Aunque Álex me ha respondido a la mayoría de preguntas que rondaban mi mente, todavía hay dos que no tengo respuesta. Le vuelvo a mirar y puedo ver la tristeza en sus ojos que a cada momento parece que crece más.
¿Qué va a pasar con María? ¿Y con Toby?
Era incapaz de hacerme a la idea de que María no se fuera con nosotros a Madrid. Era como una hermana mayor. Aunque me sentía muy culpable cuando tuve ese pensamiento, sé que tengo razón, ella me ha cuidado más que mi madre. Ella era como mi otro gran confidente en esta casa de locos y discusiones. También pensé en Toby, era mi Husky y lo quería mucho porque era la primera mascota que habíamos tenido en casa.
No lo sé. Supongo que María se vendrá con nosotros y si la casa es grande Toby también vendrá—pero no sonaba muy convencido.
No me voy a ir si no nos llevamos a Toby—dije con más firmeza de la que sentía en realidad. Encima de que me iban a llevar a la fuerza no pensaba hacerlo sin mi “hermana mayor” y mi perro. Álex me miró con gran admiración pero no me sentía bien. Quería preguntarles a mi madre y mi padre si nos íbamos a llevar a Toby o si María nos iba a acompañar pero no me sentía con la fuerza suficiente para salir.
Me volví a sentar en el cojín. No quería pensar más sobre aquello y me quedé en silencio mientras Álex hablaba sobre otras cosas que apenas oía bien. Entonces se levantó y fue a mi vestidor. Le seguía con la mirada sin saber qué iba a hacer pero no me importaba mucho. Era una sensación extraña. Era como mirar a través de un cuerpo diferente al mío, como si estuviera de turista en mi propio cuerpo. Sentía que debía levantarme y evitar que mi hermano cotilleara por mi vestidor pero mi cuerpo no respondía, me recordé a un enfermo que no mover su pierna por mucho que lo deseara.
Al cabo de unos segundos, salió mi hermano del armario con un DVD en su mano. Intenté ver la caratula para averiguar qué película era pero la tapaba con su cuerpo. Me sonrió al verme pero antes de que le pudiera preguntarle salió de mi habitación. Supuse que iba a por bebidas y palomitas.
Como si de repente mi cuerpo se despertara de su letargo, me levanté y fui a mi vestidor. Tenía que darme prisa porque Álex podía volver en cualquier momento. Miré la estantería de las películas en busca de algún hueco y enseguida lo encontré. Pero no supe qué película era porque había cogido varias a la vez. Sorprendida y enfadada a la vez, volví al cojín esperando a mi hermano. No tardó mucho en llegar pero estaba cómicamente cargado de coca—colas, palomitas y helados. Al verle no pude evitar reírme con unas ganas que hacía unos instantes me habrían parecido imposibles. Fui a ayudarlo y lo dejamos todo sobre la mesa. Por fin me giré hacia él y le pregunté:
¿Qué películas has cogido?
Álex fingió un enfado sorprendido
¡Has mirado tu estantería! No me esperaba eso de ti—a continuación sacó os DVD's y los dejó en mi escritorio. Sólo había cogidos tres. En una salía Sandra Bullock con una caja que contenía un anillo y a su lado Ryan Reynolds con una gran cara de susto. Era La proposición. En la segunda salía Rowan Atkinson en una pose al estilo de James Bond pero no tenía nada que ver porque la película era Johnny English returns. La tercera y última salían Adam Sandler con Jennifer Aniston chocando sus puños, el hombre sonrió pero ella tiene cara de cierto fastidio y al fondo se veía la silueta de una mujer. Era la película Sígueme el rollo.
Cuando terminé de verlas, miré a mi hermano incrédula porque a él no le gustaba nada las comedias románticas aunque a lo mejor por eso cogió Johnny English.
Elige... ¿Cuál quieres ver?—preguntó con una increíble dulzura en su voz. Me puse en dedo índice en la boca. Estaba dudando porque eran tres de mis diez películas favoritas. No sabía cuál escoger pero finalmente por un juego escogí Sígueme el rollo. La pusimos en el reproductor de DVD y nos sentamos con la palomitas y bebiendo Coca—cola.
Estuvimos callados la mayor parte de la película pero al final saltó Álex diciendo:
No hay Dios que se crea esto
Me volví hacia él y le fulminé con la mirada.
¿Cómo puedes decir eso? Es una historia preciosa que se enamoren fingiendo que son un matrimonio...
Álex puso los ojos en blanco y finalmente enarcó una ceja. Una cosa que odiaba porque a mí no me salía.
Si tienes un pivón y una tía con dos hijos... ¡Yo me iría con el pivón! ¡Qué buena está!
Le observé de arriba a abajo estupefacta, aunque me dije que era un hombre. La mayoría de hombres eran así pero lo bueno era que por lo menos lo decía. Pero no estaba dispuesta a que me fastidiara la película.
¡Qué poco romántico eres!
No soy poco romántico—replicó Álex—.Soy realista.
Lo que tu digas pero ¿qué hay de malo en que se quede con ella?—pregunté enfadada.
Él me miró como si hubiera hablado en un idioma extraño.
Hombre, si tienes a una diosa o a Jennifer Aniston... ¡Me quedo con la diosa!
Le miré con incredulidad. Aunque tenía que entender que aunque Álex, en ocasiones, podía ser muy cariñoso seguiría siendo un hombre.
Pero...Y si Jennifer Aniston te quiere y te comprende—mi hermano me observó detenidamente, como si evaluara si aquello iba de broma o definitivamente estaba loca. Creí ver que sus ojos se decantaban más por la segunda opción. Suspiró y empezó a contraatacar:
Imagínate que tienes la oportunidad de estar con...—se quedó pensativo y echó una rápida vista por mi habitación para ver si encontraba algún famoso que me gustara. Paró su mirada en el enorme poster de Mario Casas en Tengo ganas de ti y prosiguió—: Mario Casas y un amigo especial. ¿A quién elegirías?
No lo dudé un segundo.
Si mi amigo especial me hace sentir esas cosas—señalé el televisor—y encima me quiere... ¡Me quedo con él!
Álex me miró sorprendido pero luego bufó:
Mujeres...—como si aquello lo explicara todo.
Dejé de hacerle caso y vi el final de la película mientras me bebía el último culín de la Coca—Cola. Álex volvió a ver la película. Pensé en cómo sería su novia, Paula. Conociendo a mi hermano seguro que sería muy guapa pero para mí sería más importante su carácter. Si fuera amable conmigo y con mis padres, sería una grandísima chica y merecía estar con él. Pero si por el contrario me odiara porque pasaba mucho tiempo con mi hermano...
Meneé la cabeza para quitarme esa idea. Por mucho que la quisiera no nos la presentaría ahora. Seguro que Álex estaría peor que yo porque no tenía a una persona que me iluminara mi oscuro y solitario corazón. Sabía que era extraño pero estaba deseando enamorarme porque nunca me había pasado que quisiera a un hombre que no fuera a mi hermano y a mi padre.
Entonces alguien abrió la puerta y algo entró corriendo directamente hacia mí. Como no sabía que era me intenté cubrir con las manos pero ese algo me lamía la cara.
Abrí los ojos.
Era Toby. Mi querido Husky. Mi Toby lamiéndome. Me alegré tanto de verle que le abracé con gran fuerza. Mi dulce perrito ya estaba en su casa. El Husky me siguió lamiendo y yo acariciándole hasta que me di cuenta de que dos personas reían con muchas ganas. Una, era la suave y transparente risa de Álex. La otra, en cambio, era más baja y contenida. Era María.
Efectivamente, había acertado. Álex estaba en la puerta de mi habitación con María. A mi hermano le caía el cabello rubio por los hombros. Sus ojos tenían lágrimas y su mano derecha cubría su boca. María, por el contrario, sonreía abiertamente. Su cabello negro estaba recogido severamente en una cola de caballo alta y sus hermosos ojos negros como el pelaje de una pantera brillaban de alegría.
¡Ei!—protesté con falso enfado—, no os riais de mí.
Todavía tenía a Toby en mis brazos cuando me reincorporé y le solté. Corrió libre en el suelo y fue raudo hacia mi cama. Álex y María sonrieron.
Se nota a quien quiere este chucho—bromeó mi hermano. Nuestra asistente se giró e intentó, sin gran resultado, esconder una sonrisa. Entonces me di cuenta de que María parecía más joven cuando estaba con nosotros. Pensé que con nosotros estaba bastante más tranquila que con mis padres. Aquella idea fue como si un rayo hubiera cruzado por mi mente y el inminente recuerdo del viaje a Madrid apareciera otra vez.
Mi hermano y nuestra asistente se dieron cuenta de que mi rostro se había ensombrecido. Me aclaré la garganta y pregunté con un hilillo de voz:
María, ¿te vienes con nosotros a Madrid, verdad?
Ella me observó atentamente antes de contestar:
Sí, me voy con ustedes.
Ya no había el brillo de alegría en sus ojos. Aunque lo dijo con pesar no pude evitarlo y fui corriendo a abrazarla. Estaba segura de que mi madre desaprobaría aquel gesto. “No es bueno mostrar esa clase de emociones” decía mi madre con frecuencia pero me parecía una costumbre del siglo XIX.
La abracé con fuerza y con menos dolor en mi corazón. Era mi hermana mayor y me había cuidado más que Cristina. Si era así de forma de ser, y estaba orgullosa, era gracias a María.
Entonces otros brazos nos rodearon a las dos.
Era Álex.
Igual que yo, quería mucho a nuestra hermana. Porque lo era, pudiera ser que no de sangre pero los sentimientos eran más importantes que la sangre. A Álex lo conoció con cinco años y ella tenía dieciocho. Más que nuestra hermana se podía decir que era nuestra madre. A sus treinta y cinco años, se había hecho cargo de dos niños, ser el ama de casa y sacarse una carrera que ignoraba cuál era.
Cuando nos separamos le pregunté:
¿Por qué lo dices con tristeza?
Me dirigió una mirada que era alegre pero a la vez triste con cierta mezcla de añoranza.
Mis padres viven aquí... No les voy a poder ver más.
Sus hermosos ojos que siempre brillaban por cualquier emoción, se había apagado. Aunque nunca los había conocido por su mirada supe que eran buenas personas. Además si había criado a alguien a si de buena...
Intente consolarla:
María... No te deprimas por eso. Siempre puedes venir, tienes derecho a coger el tren y venirte un fin de semana. La distancia no significa el adiós.
Además te podemos acompañar y estar aquí en nuestra casa—intervino Álex desconcertándome. Le miré extrañada y entonces comprendí el por qué. Era para ver más a menudo a Paula. María le acarició a la cara con gran cariño. Pero negaba con la cabeza.
Ay mi Álex y mi Valentina—murmuró con melancolía—, no creo que vuestra madre me dejara un fin de semana libre. Me necesita aunque no me gusta admitirlo.
¡Tienes que tener un mes de vacaciones! Solo porque vivas aquí no quiere decir que trabajes menos, María—protesté.
Mi hermana tiene razón—argumentó Álex. Nuestra asistente le miró con cierto recelo pero sonrió ante una idea que se le pasó por mente.
¿Seguro que no insiste por esa chica de la que me habló?—preguntó María con una sonrisa pícara. Me giré en redondo hacia mi hermano y le fulminé con la mirada a mi hermano. Se lo había contado a ella antes que a mí. No me lo podía creer porque siempre pensé que era el mayor confidente de Álex, por el era el mío pero también María, así que, me dije que no era para tanto pero me sentía dolida.
Chist—exclamó Álex dirigiéndome una mirada de perdón mientras se llevaba una mano a la boca con su dedo índice estirado.
Otra cosa de la que me estoy acordando—dijo María, cambiando de tema—. Su madre me ha enviado a decirles que la cena ya está lista. Hay chuletas de cerdo con patatas asadas y ensalada. Esta vez sí ceno con ustedes.
No quería cenar con mis padres. No quería verlos, simplemente. Ellos estarían más felices que nosotros o eso suponía. Era lo último que iba a hacer en ese momento. Me giré hacia mi hermano y tenía la misma cara que yo tendría. La pobre María había intentado animarnos diciéndonos que iba a cenar con nosotros pero no.
Gracias, María. Enseguida iremos Valentina y yo a cenar—dijo Álex. Abrí mucho los ojos, aquella respuesta era lo último que esperaba de mi hermano. ¿Por qué había dicho eso? Él estaba igual, o más, enfadado que yo pero aun así había dicho que íbamos a cenar. Ella me miró, sonreí y asentí con la cabeza, intentado que no se notara mucho lo que de verdad pensaba.
Nuestra asistente asintió y salió de mi habitación cerrando la puerta tras de sí. Cogí a Álex del brazo y lo llevé hacia el sillón para que no se nos oyera tanto. Cuando llegamos ahí, mi hermano se intentaba zafarse de mi mano pero le aferraba con fuerza.
¿Te has vuelto loco? No pienso ir a cenar con mamá y papá—protesté.
Yo tampoco es que arda en deseos de ir pero quiero comentar lo de poder venir aquí de vez en cuando porque María no les va a decir nada. Mira a lo mejor no lo entiendes pero quiero ver a mi novia todo lo que me sea posible porque el amor mueve montañas—explicó muy serio Álex. Quería zarandearlo y gritarle que por muy enamorado que estuviera su amor no duraría más de una semana pero vi su cara. Sus ojos azules tenían la esperanza de volver aquí aunque solo fuera para un fin de semana. Aunque tenían un matiz diferente también había visto ese brillo en los ojos de María cuando habíamos hablado de esto. Era amor, diferentes tipos pero amor.
Álex, que sepas que solo voy a ir por eso y por María. Voy a intervenir lo mínimo posible, te aviso.
Pero él me abrazó con gran fuerza. Hundí su cabeza en el hombro y aspiré su olor a naranjas y champú. Sonreí porque por mucho que creyera mi hermano siempre seguiría oliendo igual y siendo el mismo.

Espero que os haya gusta este capítulo es un poco más largo pero tiene más dialogo y comentad a ver si hay algo que mejorar ^^
El próximo capitulo lo pondré el martes 4 de Septiembre
Besos

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