Nunca
había pensado que unas palabras te podían cambiar la vida. Es decir, lo había oído muchas veces pero nunca me lo llegué a creer.
A lo mejor en el caso de que un médico te dijera que una persona
querida había muerto pero aquel no era mi caso. Ahora sé lo
equivocada que estaba. Ese día iba a cambiar mi vida pero no sabía
si para bien o para mal.
El día de aquella
noticia me acuerdo que estaba feliz. Venía del instituto con las
notas en mi mano y comentándolas con mi mejor amiga, Teresa. Era
alta y delgada como el bambú. Su cabello era moreno con mechas
rubias naturales. Su rostro, a pesar de tener 16 años, era un poco
infantil. Sus ojos eran de un color avellana muy clarito que a mi
gusto hacía que pareciera misteriosa. Siempre era misteriosa pero
alegre. Excepto en aquel momento que estaba enfadada como si hubiera
discutido con su hermano para ver quien fregaba la cocina. Su rostro
estaba rojo de rabia y comentaba que cómo era posible que hubiera
podido suspender ocho asignaturas. Yo no quería contradecirle pero
era difícil que aprobara si no estudiaba salvo para lo que quería.
Mis notas en cambio eran bastante mejores que la de Teresa. Había
sacado cuatro sobresalientes y todo lo demás notable. Enseguida
llegamos a mi casa. Estaba a las fueras de la ciudad pero estaba
bastante cerca de mi instituto. Era grande, tenía dos pisos. Había
muchas ventanas en la fachada blanca que en los días que lucía el
sol tenía un gran brillo. Teníamos unos jardines que estaba
rodeados por unas vallas que hacía que las personas que pasaran por
aquí no pudieran ver mi hermoso jardín. Había rosales que mi madre
cuidaba con gran esmero todas las mañanas. También estaba la caseta
de nuestro querido perro, Toby. Cuando pasaba y veía la caseta no
podía evitar sonreír para mis adentros porque me recordaba a las
películas americanas. La mayoría de las veces Toby corría y se
abalanzaba sobre mí pero aquel día sabía que no sería así porque
estaba en el veterinario.
Saqué las llaves de mi
bolsillo de los vaqueros blancos mientras Teresa se seguía quejando
pero ahora no solo del instituto sino de la vida en general. Los
llaveros estaban fríos, llevaba un casco de moto rojo con una raya
amarilla pero también tenía una vespa amarilla. Siempre pensaba
como el casco podía ser más grande que la misma moto. Se despidió
de su amiga que ya no estaba roja de rabia ni tampoco maldiciendo
sino preocupada por ver como se lo decía a su madre.
Abrí la puerta de la
entrada y llegué a mi casa. Pero me sorprendió ver a mis padres y a
mi hermano sentados en la mesa de fuera. No es que hiciera frío pero
tampoco hacía calor y no me apetecía comer fuera. Aunque me
encantaba comer fuera y como estaba de buen humor por mis notas
decidí callarme. Dejé la mochila en el suelo y vi que mi hermano
estaba enfadado pero lo intentaba disimular mirando hacia otro lado.
Álex era cinco años
mayor que yo. Estudiaba derecho pero más de dos veces me había
dicho que en realidad quería dedicarse al baloncesto, que era su
gran pasión. Su cabello era rubio cenizo y le rozaba por sus
hombros. Él era bastante moreno debido al surf que siempre
practicaba porque era muy deportista. Pero hoy se le veía pálido.
Su rostro era muy anguloso pero cuando me miraba sentía que había
cariño. Sus ojos eran azules como el mar que bañaba la ciudad en la
que vivía. Llevaba un jersey azul marino que resaltaban sus ojos con
una bufanda de un color más claro, sus vaqueros y unas zapatillas
Nike con la lengüeta levantada.
Mi madre estaba sentada
al lado de mi hermano. Se llamaba Cristina y trabajaba de enfermera
en el hospital local. Su cabello pelirrojo estaba recogido en un moño
estilo de años veinte que hacía sus facciones más duras. Su rostro
era pequeño y duro. Tenía alguna arruga que otra pero aun así
seguía siendo bella. Sus ojos eran verdes como las hojas que tenían
los árboles al principio de la primavera. Aunque la quería mucho
era muy exigente y estaba segura de que no le gustaría mis notas
porque siempre sabía que podía dar más de mi misma. Ella quería
que fuera una empresaria de gran proyección internacional pero a mí
nunca me hubiera gustado aquella idea disparatada, pero no le dije
nada. Llevaba un vestido verde de una marca que a mi madre le
encantaba.
Mi padre estaba sentado
de espaldas a mí. Se llamaba Liam porque era inglés. Sus padres se
habían mudado aquí con él cuando tenía 15 años. Conoció a mi
madre porque tuvo un accidente de moto y se encontraron en el
hospital. Desde donde estaba podía ver como su cabello cano en la
coronilla escaseaba a pesar del micro injertos que todos los meses se
hacía. Aunque no lo podía ver sabía que estaba mirando con
aquellos grandes ojos azules a mi hermano. Sus ojos y los de mi padre
eran exactamente iguales salvo que los de Álex eran más dulces que
los de su progenitor. Era notario y por eso llevaba siempre un traje
con una corbata.
Dejé mi mochila al lado
de la mesa mientras me sentaba.
— ¡Hola!—dije
feliz. Mis padres me sonrieron pero mi hermano me miró como si me
compadeciera. No entendí por qué en ese momento y por eso no le
miré más. Nadie me iba a arruinar ese día. Dejé el folio donde
estaban mis notas en la mesa de madera. Mi madre se abalanzó sobre
ellas como si fuera una naufrago que no había comido en meses y el
folio era un gran manjar. Las observó atentamente y luego me miró a
mí con decepción.
—Valentina... ¿Qué
notas son estas? ¿Solo cuatro sobresalientes y todo lo demás
notable de ocho? ¿Qué eres? ¿Una vulgar cajera de
supermercado?—dijo mi madre. Su tono de voz tenía un tono de rabia
pero estaba cubierto por un frío glacial. Aquello avecinaba una gran
bronca. Me quedé callada mientras mi madre me contemplaba con cierto
pesar como si hubiera fracasado en mi educación. Entonces intervino
mi padre con su voz que siempre sonaba razonable:
—Cristina, son buenas
notas. Además 3º de ESO es muy complicado y la mayoría de gente le
quedan bastantes asignaturas...—se giró hacía a mí y continuó:
— ¿Qué notas ha sacado tu amiga Teresa?
Titubeé un poco pero qué
razón había para no decir la verdad. Antes de contestar observé a
mi madre y me di cuenta de que se enfadaría si decía que le habían
quedado ocho porque solo quería que me juntara con la mejor gente
del instituto.
—Dos, además le ha
sido por muy poco...—pero antes de que pudiera continuar mi madre
estalló.
—Dios y ¿Teresa es tan
buena amiga tuya? No quiero que vuelvas a hablar con ella. Por eso
has sacado solo cuatro sobresalientes... Te está arrastrando a su
mundo de mediocridad. Ya no podrás ser la gran empresaria que
quieres ser.
— ¡Cristina! Deja ya
de meter presión a la chica. Está de vacaciones y—le dirigió una
mirada que no supe interpretar y su mujer, por primera vez en su
vida, se calló. Mentalmente le di las gracias a mi padre pero si mi
madre se había callado es que algo malo sucedía. No sería para
tanto me dije.
Entonces llegó María,
que era nuestra asistente personal. Ella se encargaba de cocinar,
limpiar y realizar gestiones para obtener lo que quisiéramos.
Llevaba en esta casa más tiempo que yo. Cuando nací ella ya vivía
aquí para que la pudiéramos disponer de ella las veinticuatro horas
al día. Salió de la puerta principal de mi casa. Su cabello negro
estaba recogido en una coleta y llevaba su traje que mi madre siempre
exigía que vistiese. Sus ojos negros poseían un brillo que me
gustaba mucho y hacía que la gente confiase enseguida en ella.
Siempre he confiado en ella y por eso ha sido como una hermana mayor
para mí. De pequeña me cuidaba a mi hermano y a mí mientras mis
padres trabajaban.
Su rostro parecía triste
pero apenas lo vi porque enseguida mi madre le dijo:
—Ya nos puedes traer la
comida.
Ella asintió y
desapareció por la puerta. A mí no me parecía bien que la tratara
así porque me recordaba a como trataban las señoras a sus criadas,
como si fueran robots y no tuvieran sentimientos. Siempre he
intentado que dejara de tratarla así pero nunca lo he conseguido.
—Bueno—comenzó a
hablar mi padre intentando sacar un tema de conversación—, Álex,
¿qué tal la universidad?
Mi hermano se giró y
echó una mirada a mi padre que podía helar la sangre a cualquiera.
Estaba claro que algo me había perdido. Álex estaba enfadado pero
mi padre hizo como si fuera una rabieta de un niño pequeño.
—Hasta ahora bien—dijo
secamente. Mi madre se giró hacia él, enfadada pero no dijo nada.
Se creó un silencio incómodo que yo no entendía por qué se había
causado. Iba a preguntar pero entonces llegó otra María. Estaba vez
llevaba una olla que estaba hirviendo, según me pareció. La
depositó en el centro de la mesa y abrió la tapa. Era sopa. Mi
plato favorito. Sonreí alegremente.
—María... ¿quieres
que te ayude con los platos y así tardamos menos?—preguntó. La
verdad que eso era una verdad a medias porque también quería irme
para no soportar aquel silencio incómodo. María miró a Cristina en
busca de un gesto de asentimiento o negación. Pero solo obtuvo un
encogimiento de hombros que yo tomé por un sí. Me levanté y casi
tropiezo con la mochila. Maldije en voz baja pero me arrodillé y la
cogí. María me esperaba en la casa. Cuando entré me pareció más
silenciosa que nunca porque normalmente había música clásica que
inundaban la estancia. La entrada estaba pintada de blanco. En la
derecha había un mueble donde guardaban las llaves y papales
importantes. Había un espejo y me contemplé como siempre hacía
cuando había alguna cerca.
Era alta, en torno al
metro setenta, y delgada como una espiga. Según María parecía una
modelo pero yo le quitaba importancia. Mis cabellos eran rojos como
el fuego que lo había heredado de mi madre. Mis ojos eran verdes
pero un poco más claros que los verde esmeralda de Cristina. Mi
rostro, gracias a Dios, no era afilado como el de mi hermano o duro
como el mi madre. Tenía el rostro con forma de corazón y tenía
algunas pecas dispersas. Llevaba un cárdigan negro con un pañuelo
rojo, mis pantalones eran blancos y tenía unos botines rojos.
—Vamos, Valentina—dijo
un poco impaciente María que me esperaba en la cocina. Me giré
hacía ella y la seguía mientras le pedía perdón pero ella movió
la mano para quitarle importancia mientras decía: —. No pasa nada.
Sé que no lo puedes evitar.
Entonces las dos
comenzamos a reírnos. Parecíamos dos buenas amigas y en cierto modo
era así. Entonces entramos a la cocina. Era bastante espaciosa.
Había una mesa en el centro con un cuenco que contenía flores
secas. En frente hacía una encimera con un microondas donde estaban
ya preparados los vasos con los cubiertos y los platos hondos.
También había un horno
y una vitrocerámica que no tenía ni idea de cómo iba. Una nevera
color gris acero. Al lado había un lavavajillas y una
lavadora—secadora. Cogí los platos antes que lo hiciera María que
enseguida comenzó a protestar. Yo salí de la cocina mientras ella
se quedaba en la cocina. Me paré y le pregunté:
— ¿No vienes a comer
con nosotros, María?
Me extrañaba bastante
puesto que ella siempre estaba presente en las comidas de mi familia
por si faltaba algo. Ella negó con la cabeza y señaló un tupper
que no había visto antes.
—Valentina, sabe que no
me gusta demasiado la sopa. Aquí tengo espaguetis que sobraron de la
otra noche por si tenía curiosidad. Además sus padres le van a
comunicar algo y prefieren que no esté delante cuando lo hagan.
Aquella respuesta me
impactó. No esperaba que mis padres me fueran a decir algo tan
importante como para que María no estuviera delante. Siempre había
estado ahí, hasta cuando sus padres me echaban la bronca por llegar
diez minutos tarde de la biblioteca. Ella, al final, se había
convertido como una hermana silenciosa para mí.
Decidí indagar un poco
más.
— ¿Qué me han a decir
mis padres? Además ¿es tan importante para que no estés delante?
Ella se mordió el labio.
Era un gesto que siempre aparecía cuando dudaba. María nunca me
había ocultado nada. Siempre me había contado por qué mis padres
estaban enfadados o qué había pasado para que Álex no quisiera
salir de su habitación. Pero justo en aquel momento no se lo iba a
contar y ella respondió con una sonrisa misteriosa pero a la vez
triste:
—Enseguida lo
averiguará.
Me encogí de hombros y
volví a salir a la terraza. Mis padres y mi hermano parecían
discutiendo sobre algo pero en cuanto me vieron aparecer se callaron.
Molesta, comencé a poner los platos delante de cada uno con las
cucharas y el vaso. Cuando estaban ya puesto eché sopa a cada plato
y Álex llenaba los vasos de agua. En cuanto terminé, agradecí que
enseguida comenzáramos a comer. Se notaba que todos estábamos
bastante incómodos. Mis padres no me dejaban de echarse miradas que
no entendía y solo conseguían ponerme más nerviosa de lo que ya
estaba. En cambio, Álex solo murmuraba en voz baja.
Intenté evadirme del
mundo y comencé a pensar en Toby. Era un Husky Siberiano de color
negro y blanco. Lo compraron hace un año por las buenas notas de
Álex y también por las mías. Los convencimos enseguida debido a
que María estaba dispuesta a pasearlo de madrugada. Mi hermano al
mediodía y yo al anochecer. Lo cumplimos así desde hace tiempo y
añoraba acariciarle el pelo cuando estaban sentados en la mesa o
darle un poco de pan para que comiera. Siempre era muy cariñoso con
ella porque era la que más mimos le daba. Álex, en cambio, solo le
hacía de rabiar pero en fondo lo quería mucho.
—Bueno alguien se lo va
a decir ¿o no?—preguntó su madre devolviéndola a la tierra.
Pareció que todos nos sincronizamos porque dejamos de comer a la
vez. Miré a Cristina con un gran enfado y no lo pude contener más.
Me levanté de la mesa y comencé a gritar:
— ¡Ya no aguanto más!
¿Me quiere decir alguien que pasa aquí? Todo el mundo se anda con
misterios ¿Qué pasa? Cuando he entrado, Álex estaba enfadado...—me
miró y él estaba ligeramente sorprendido de mi arranque de ira pero
aun así seguía enfadado—Bueno tampoco ha cambiado mucho pero
vosotros—señalé a mis padres. Mi madre estaba estupefacta y mi
padre mantenía la compostura—, no os habéis dejado de lanzar
miraditas que me estaban poniendo más nerviosa de lo que estaba.
Encima cuando le he preguntado a María que por qué no se venía con
nosotros a comer me ha dicho que me teníais que contar algo pero no
me ha querido decir qué y no sé para vosotros pero para mí, María
es como una hermana mayor ¿Me puede decir alguien de una santa vez
qué pasa?
Al terminar esto y por
fin desahogada me vuelvo a sentar. Álex que está en frente mía me
da la sensación de que me quiere aplaudir pero no lo hizo por su
madre. Cristina estaba y seguía estupefacta, sus ojos verdes la
miraban como si yo no fuera su hija pero tuviera la misma cara. Liam
en cambio se alegró de que yo sacara el tema. Me miró y comenzó a
hablar:
—Sé que no te gustará
por eso estaba enfadado tu hermano. Esta mañana me han dicho que me
tengo que ir de aquí porque lo han querido así. Nos damos a Madrid,
tu madre ya ha pedido el traslado. Nos vamos dentro de cinco días...
No reaccioné, no puedo
asimilarlo. Aquello es dejar toda mi vida atrás. Mis amigas, mi
instituto, mi familia, mi casa,... Noto como mis lágrimas inundan el
rostro. Tengo ganas de rebatirles a mis padres, de preguntarles por
qué no han impedido eso. Irnos a Madrid, lo había hecho cientos de
veces pero no para irme a vivir allí. Abandonar mi hogar porque era
una ciudad tranquila de costa sin contaminación ninguna pero la
capital era en cambio todo estrés, contaminación y gente. No es que
fuera me diera miedo la gente pero sí me entraba mucho agobio cuando
la gente estaba muy pegada, sentir los cuerpos de los demás a mi
lado solo me ponía nervioso.
Me levanté deprisa y
murmurando una especie de disculpa pero puse que mis padres no la
entendieron porque me intentaron aferrar el brazo pero yo me deshice
de él con gran rapidez. Subí rápidamente las escaleras y me dirigí
a mi habitación. Cerré la puerta y me dejé caer directamente en mi
cama. Quise romper cosas para intentar desahogarme pero no tenía
fuerzas para nada. Solo quería meterme entre mis sábanas y que nada
de eso hubiera sucedido. Por un momento pensé que me había dormido
y que todo aquello había sido un mal sueño, una terrible pesadilla.
No podía irme de aquí, sólo conocía esta ciudad y la quería
demasiado como para irme a otro sitio para vivir. La culpa era de mi
padre, no entendía porque mi padre lo había aceptado. Siempre había
sido uno de los más importantes notarios de la ciudad y su madre
también era la enfermera jefe, no podía pedir el traslado así como
así. Era una decisión muy radical.
me gusto mucho la entrada :)
ResponderEliminarMuchas gracias Alex dentro de una semana y media o asì pongo el sugundo capitulo :D
ResponderEliminarMuchos besos
me ha gustado cda entrada mejoras mas Lola tengo una entrada pulseras rojas espero que te guste
ResponderEliminarHola Nz
ResponderEliminarMe encanta que te haya gustado como dije antes publicaré dentro y semana y dos dias jeje :P
Muchos besos
Hola Lola!!! Pues me ha parecido muy interesante, espero con ansias el proximo capítulo :D
ResponderEliminarPD: La modelo que pusiste de Valentina me recuerda a la princesa Mérida de Valiente, jeje ;)
-Pao
Hola Pao
ResponderEliminarAins muchas gracias por leerte el tochazo que he puesto de primer capitulo ejeje.
Es verdad se parece mucho jejeje, y me alegro porque es mi heroina favorita ^^
Muchos besos
Hola!!
ResponderEliminarMe encanto:D, esta super interesante!!:D
Ya quiero saber que va a pasar!!! cuando publicas el otro capi???
te sigoooo:D
Un beso♥
Y por favor quita el captcha:), jeje :P
EliminarHola Aria ^^
EliminarMuchas gracias por lo de que esta super interesante jejeje, me haces muy muy feliz :P
Pues la segunda parte la voy a poner el proximo capitulo el 31 de Agosto para que más gente la pueda leer.
Creo que ya he quitado el captcha :P es que se me habia olvidado por completo jajaja.
Muchos besos
Aaa!!! ¡Quiero más! Que conste que la madre de la pobre Valentina es una hjkgcb, el padre eso si me cae mucho mejor jaja
ResponderEliminar¡Besos!
Hola Ebole
EliminarJajaja no sabia que iba a dejar con tanta intriga la verdad jaja así que he decido subir pronto el capitulo 2, el lunes ^^
Si la verdad que la madree de Valentina a mi tambien me cae de mal en peor pero me gusta hacer personajes a los que tambien yo odio jeje y bueno el padre tambien tiene su tela eh? jajaja
Bueno muchos besos y gracias por leer me haces super feliz
Waaaoooo!!!!!Escribes de maravilla, seguro y te conviertes en escritora como dices, te lo asegurooo!!
ResponderEliminarY Bueh, que mas decir??Ahh sii!!Que esta super tu novela, me ha interesado bastante, la madre de valentina es una pesadaaa, (SE PARECE A MI MAMA) El papa, sii me cae mejor!!Jejeje y pues me he quedado en :O cuando dijo que se iban a ir a Madrid!! Me imagino lo que sentirá valentina y pues que siga, que sigaaa!!Ya quiero ver el próximo capitulo ^.^
Hola Dani
Eliminar:')
Así es como me he quedado, eres un amor. Siempre estas apoyandome y me encanta que digas eso porque así tengo más ganas de escribir todavía :P
Sí la verdad que la madre de Valentina yo también la odio pero no creo que sea igual que tu madre jejeje, bueno el padre tambien tiene su tela jajaja
Ya lo tengo puesto jejeje, decidí adelantarlo porque era mejor jajaja
A ver si pones ya el tuyo :P
Muchos besos preciosa y gracias por tu comentario me ha emocionado
está guay.No lo leeré todo hoy, pero estoy asiosa x sabr q sigue.Un consejo si estas hablando n 1ª persona no la cambies a la 3ª.Además entras mucho en detalle y la lectura se hac pesada.Igualment está para un libro o pelicula/serie
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