Este es Bruno y es mi personaje favorito ^^ |
También si por una casualidad os perdeis algun capitulo os lo voy a poner imagenes que os llevan alli directamente ^^
¿Os gusta la nueva cabecera jajaja? Para l@s que habeis llegado más tarde y ya estaba esta os dejo una imagen de la otra y ya me decis :P
He creado un ask para Valentina que podreis encontrar en la columna derecha (la unica que hay jeje) y podreis preguntar cosas.
Bueno y despues de aburriros mucho os dejo con el capitulo.
Solo podía llorar sobre
mi cama. Era una terrible pesadilla, no me podía suceder aquello. No
estaría con Teresa. Mi mejor amiga, la única que me conocía de
verdad. Mientras era un volcán de sentimientos pero sobretodo muy
razonable en estas situaciones. Me gustaría poder llamarla y
contarle todo eso ahora mismo porque ella siempre me consolaba,
incluso cuando nadie podía hacerlo, ella lo conseguía.
Fue entonces cuando
sonaron unos leves golpes en su puerta. Oyó una voz amortiguada:
—Valentina... ¿me
dejas pasar?
La chica miró su puerta
blanca como si pudiera ver a detrás de ella a su hermano. Seguro que
estaba mirando el picaporte para saber si ella iba a abrir la puerta.
Estaría preocupado porque hasta se le notaba en su voz. Haría sonar
sus nudillos como siempre que estaba nervioso.
—Álex... ¡Déjame en
paz! Tú lo sabías y no me lo has contado. Nos hicimos un juramento
de contarnos todas las cosas que nos pasaran aunque fueran muy
malas...
Entonces él intentó
abrir la puerta mientras decía:
—No me he enterado
hasta que han llegado los dos a casa. Déjame pasar y lo hablamos.
Siempre usaba ese tono de
abogado que había adquirido de su carrera de derecho aunque también
tenía tono de notario que había heredado de nuestro padre, era una
cosa que odiaba porque parecían dos fríos témpanos de hielo sin
sentimientos. Volví a mirar otra vez la puerta y me odié a mi misma
porque me dirigí hacia la puerta para abrirla.
En cuanto la abrí Álex,
se coló dentro con tal rapidez que cuando me di la vuelta ya me
estaba mirando con sus ojos azules. Estaban llenos de culpabilidad,
me dije con cierta tristeza. Estaba claro que me lo quería contar
pero nuestros padres se lo habían impedido. Comencé otra vez a
llorar. Esta vez me abrazó y pude enterrar mi cara en su chaqueta
vaquera. Me comenzó a acariciar el pelo como cuando era pequeña y
me hacía alguna herida. Últimamente, Álex no estaba en casa y lo
echaba mucho de menos pero cuando lo veía sabía perfectamente el
motivo. Aunque fuera su hermana sabía perfectamente era bastante
atractivo con melena rubia y sus ojos azules. Tenía un cierto
encanto inglés que había heredado de mi padre.
No sé cuánto tiempo
estuvimos así, abrazados, pero para mí fueron apenas unos
instantes. Álex buscó con sus manos mi cara. Me cogió y me obligó
a mirarle.
—Valen, no sabía
esto... Cuando he llegado me he encontrado con esto. Por eso no te lo
he contado antes—explicó mi hermano con gran sentido de culpa.
—Te creo pero... Es muy
fuerte que nos vayamos a vivir a Madrid. No sé... Es como dejar de
la vida de nos ha costado tanto hacer por una mierda de decisiones de
unos gilipollas.
Álex se separó un poco
de mí y me miró con un renovado humor.
— ¿Desde cuándo
hablas tú así?—bromeó mi hermano, consiguió hacerme reír. Por
eso le había querido tanto, siempre que estaba deprimida me había
animado con humor o si no quería hablar nos poníamos a jugar al
FIFA 2012 y me dejaba ganar porque él era muy bueno jugando a este
videojuego.
—Desde que nos vamos a
Madrid—respondí tristemente—. No quiero irme, Álex.
—Yo sí, no te jode—al
ver mi cara, cambió y se disculpó—.Lo siento pero ¿qué te
crees? ¿Qué a mí me encanta irme de aquí para ir a Madrid?
Valentina, yo tengo aquí más cosas que tú, dejo a mi novia, mis
amigos y el club de surf...
Pero aun así no me dejó
de asombrar por una cosa que no me había contado. Le miró con
incredulidad antes de preguntar:
— ¿Tienes novia?
Pillé a Álex de lleno,
se enfadó consigo mismo pero no dijo nada. Le obligué a sentarse en
mi sillón. Mi habitación era bastante espaciosa, había una cama de
matrimonio en el centro, al lado una mesita de noche donde descansaba
una novela que me había regalado mi hermano, un pequeño vaso con
agua y un flexo. En el lado derecho tenía un gran escritorio donde
todavía descansaba el libro de Física y Química, porque había
hecho un examen hace dos días. Descansaba en una televisión de
plasma con DVD y la Wii. En frente tenía un sillón para cuando
jugaba a la Wii o veía una película. En el lado izquierdo tenía mi
vestidor con toda mi ropa, mis películas, mis libros y mis CD's.
Cogió un gran cojín de
mi cama y me senté al lado suyo. Estaba un poco pálido pero
finalmente comenzó a hablar:
—Se llama Paola y la
conocí en la universidad. Va a mi misma clase y seguro que la
conoces. Tiene el cabello negro como la noche y una mirada felina con
sus ojos verde ambarino. Es italiana y está aquí de Erasmus—explicó
él un poco avergonzado. Le miré con cierto enfado, nunca me había
ocultado nada porque yo tampoco se lo había hecho.
— ¿Cuando me lo ibas a
contar?—pregunté apartando mi mirada de la suya. Él suspiró y
comenzó a disculparse por no habérmelo dicho pero, según él,
todavía no era nada serio. Hacía poco que llevaban saliendo y no
quería presentársela a mis padres. Me contó que la quería y tenía
miedo por lo que sentía.
Le escuché atentamente
pero no comprendía sus emociones porque nunca me había enamorado de
nadie, tenía quince años pero era verdad. Todas mis amigas se
habían enamorado ya, algunas estaban con sus novios pero otras
estaban solas y solo se tenían las unas a las otras. En muchas
ocasiones Teresa me preguntaba si veía atractivo a un chico y yo
respondía que sí pero nunca había tenido mariposas en el estómago
por nadie o me había quedado sin había cuando un chico me sonreía
abiertamente. Ella en cambio, ya había tenido tres novios distintos
y solo habían estado tres semanas como mucho. Al principio era muy
bonito verles porque parecían felices. A la semana, Teresa ya estaba
ligeramente enfadada porque iba conociendo mejor a su novio. En la
última semana no dejaban de discutir y entonces rompían. Los veía
ahora y después de su relación y no paraba de pensar que antes de
que salieran mi amiga decía que estaba muy enamorada del chico.
Según ella, era el hombre de su vida pero finalmente decía que un
imbécil porque no coincidían.
Pero observé atentamente
a mi hermano y no es el mismo amor que demuestran sus ojos. Al hablar
de ella se le iluminan de una manera especial, como si tuvieran luz
propia. Nunca los había visto así con nadie y a lo mejor lo más
parecido era cuando estaba conmigo pero tenía un matiz fraternal en
ellos. Pero también cuando hablaba de Paola su voz sonaba triste
aunque pretendiera evitarlo con algunas bromas, se notaba que la
quería mucho pero no tenía más remedio que irse a Madrid y
olvidarla. Supuse que me pasaría algo parecido con Teresa pero no
del mismo modo.
Cuando finalmente
comprendí que no la iba a ver más, también vi el dolor de mi
hermano pero el suyo era un dolor bastante más intenso que el mío y
lo pasaría peor. Me levanté y le abracé con fuerza. Los dos éramos
las víctimas de un cambio de vida que tenían que llevar a cabo mis
padres. No era justo que nos llevaran con ellos porque Álex y yo no
queríamos ir. Entonces, como si se hubiera encendido una bombilla en
mi cerebro como en los dibujos animados, se me ocurrió una idea. Me
separé un poco de mi hermano y le miré con una renovada esperanza.
—Álex, tú tienes
diecinueve años—dije con tranquilidad. Él miró como si me
hubiera vuelto loca pero continué—. Lo que quiero decir, es que
eres mayor de edad. No tienes que irte a vivir con papá y mamá. Te
puedes quedar aquí. Demás no creo que sea tan fácil cambiar de
universidad ¿no?
Mi hermano sonrió, pero
no era su habitual sonrisa. Alegre sino triste y con gran pesar.
—Eso mismo pensé yo
pero papá tiene contactos y ya me había cambiado a la Universidad
de Madrid. A ti te ha hecho lo mismo, esta mañana ha ido a tu
instituto después de salir del trabajo y ya te ha encontrado un buen
instituto pero este es privado. Además antes de que me digas que no
podemos vender la casa ya te contesto yo porque he preguntado lo
mismo. No la vamos a vender, pero si vivimos en Madrid va a ser de
alquiler. Esta casa va a seguir siendo nuestra por lo menos.
Le miró incrédula. No
me puedo creer que si se lo han dicho esta mañana ya esté todo
planeado. Encima voy a ir a un instituto privado. Nunca he ido a uno
pero sé que tendré que llevar uniforme y no mi cárdigan con mis
vaqueros. Llevaré un jersey que me quedará horrible con una falda a
cuadros como sale en las series.
Aunque Álex me ha
respondido a la mayoría de preguntas que rondaban mi mente, todavía
hay dos que no tengo respuesta. Le vuelvo a mirar y puedo ver la
tristeza en sus ojos que a cada momento parece que crece más.
— ¿Qué va a pasar con
María? ¿Y con Toby?
Era incapaz de hacerme a
la idea de que María no se fuera con nosotros a Madrid. Era como una
hermana mayor. Aunque me sentía muy culpable cuando tuve ese
pensamiento, sé que tengo razón, ella me ha cuidado más que mi
madre. Ella era como mi otro gran confidente en esta casa de locos y
discusiones. También pensé en Toby, era mi Husky y lo quería mucho
porque era la primera mascota que habíamos tenido en casa.
—No lo sé. Supongo que
María se vendrá con nosotros y si la casa es grande Toby también
vendrá—pero no sonaba muy convencido.
—No me voy a ir si no
nos llevamos a Toby—dije con más firmeza de la que sentía en
realidad. Encima de que me iban a llevar a la fuerza no pensaba
hacerlo sin mi “hermana mayor” y mi perro. Álex me miró con
gran admiración pero no me sentía bien. Quería preguntarles a mi
madre y mi padre si nos íbamos a llevar a Toby o si María nos iba a
acompañar pero no me sentía con la fuerza suficiente para salir.
Me volví a sentar en el
cojín. No quería pensar más sobre aquello y me quedé en silencio
mientras Álex hablaba sobre otras cosas que apenas oía bien.
Entonces se levantó y fue a mi vestidor. Le seguía con la mirada
sin saber qué iba a hacer pero no me importaba mucho. Era una
sensación extraña. Era como mirar a través de un cuerpo diferente
al mío, como si estuviera de turista en mi propio cuerpo. Sentía
que debía levantarme y evitar que mi hermano cotilleara por mi
vestidor pero mi cuerpo no respondía, me recordé a un enfermo que
no mover su pierna por mucho que lo deseara.
Al cabo de unos segundos,
salió mi hermano del armario con un DVD en su mano. Intenté ver la
caratula para averiguar qué película era pero la tapaba con su
cuerpo. Me sonrió al verme pero antes de que le pudiera preguntarle
salió de mi habitación. Supuse que iba a por bebidas y palomitas.
Como si de repente mi
cuerpo se despertara de su letargo, me levanté y fui a mi vestidor.
Tenía que darme prisa porque Álex podía volver en cualquier
momento. Miré la estantería de las películas en busca de algún
hueco y enseguida lo encontré. Pero no supe qué película era
porque había cogido varias a la vez. Sorprendida y enfadada a la
vez, volví al cojín esperando a mi hermano. No tardó mucho en
llegar pero estaba cómicamente cargado de coca—colas, palomitas y
helados. Al verle no pude evitar reírme con unas ganas que hacía
unos instantes me habrían parecido imposibles. Fui a ayudarlo y lo
dejamos todo sobre la mesa. Por fin me giré hacia él y le pregunté:
— ¿Qué películas has
cogido?
Álex fingió un enfado
sorprendido
— ¡Has mirado tu
estantería! No me esperaba eso de ti—a continuación sacó os
DVD's y los dejó en mi escritorio. Sólo había cogidos tres. En una
salía Sandra Bullock con una caja que contenía un anillo y a su
lado Ryan Reynolds con una gran cara de susto. Era La
proposición.
En la segunda salía Rowan Atkinson en una pose al estilo de James
Bond pero no tenía nada que ver porque la película era Johnny
English returns.
La tercera y última salían Adam Sandler con Jennifer Aniston
chocando sus puños, el hombre sonrió pero ella tiene cara de cierto
fastidio y al fondo se veía la silueta de una mujer. Era la película
Sígueme
el rollo.
Cuando terminé de
verlas, miré a mi hermano incrédula porque a él no le gustaba nada
las comedias románticas aunque a lo mejor por eso cogió Johnny
English.
—Elige... ¿Cuál
quieres ver?—preguntó con una increíble dulzura en su voz. Me
puse en dedo índice en la boca. Estaba dudando porque eran tres de
mis diez películas favoritas. No sabía cuál escoger pero
finalmente por un juego escogí Sígueme
el rollo.
La pusimos en el reproductor de DVD y nos sentamos con la palomitas y
bebiendo Coca—cola.
Estuvimos callados la
mayor parte de la película pero al final saltó Álex diciendo:
—No hay Dios que se
crea esto
Me volví hacia él y le
fulminé con la mirada.
— ¿Cómo puedes decir
eso? Es una historia preciosa que se enamoren fingiendo que son un
matrimonio...
Álex puso los ojos en
blanco y finalmente enarcó una ceja. Una cosa que odiaba porque a mí
no me salía.
—Si tienes un pivón y
una tía con dos hijos... ¡Yo me iría con el pivón! ¡Qué buena
está!
Le observé de arriba a
abajo estupefacta, aunque me dije que era un hombre. La mayoría de
hombres eran así pero lo bueno era que por lo menos lo decía. Pero
no estaba dispuesta a que me fastidiara la película.
— ¡Qué poco romántico
eres!
—No soy poco
romántico—replicó Álex—.Soy realista.
—Lo que tu digas pero
¿qué hay de malo en que se quede con ella?—pregunté enfadada.
Él me miró como si
hubiera hablado en un idioma extraño.
—Hombre, si tienes a
una diosa o a Jennifer Aniston... ¡Me quedo con la diosa!
Le miré con
incredulidad. Aunque tenía que entender que aunque Álex, en
ocasiones, podía ser muy cariñoso seguiría siendo un hombre.
—Pero...Y si Jennifer
Aniston te quiere y te comprende—mi hermano me observó
detenidamente, como si evaluara si aquello iba de broma o
definitivamente estaba loca. Creí ver que sus ojos se decantaban más
por la segunda opción. Suspiró y empezó a contraatacar:
—Imagínate que tienes
la oportunidad de estar con...—se quedó pensativo y echó una
rápida vista por mi habitación para ver si encontraba algún famoso
que me gustara. Paró su mirada en el enorme poster de Mario Casas en
Tengo
ganas de ti y
prosiguió—: Mario Casas y un amigo especial.
¿A quién elegirías?
No lo dudé un segundo.
—Si mi amigo especial
me hace
sentir esas cosas—señalé el televisor—y encima me quiere... ¡Me
quedo con él!
Álex me miró
sorprendido pero luego bufó:
—Mujeres...—como si
aquello lo explicara todo.
Dejé de hacerle caso y
vi el final de la película mientras me bebía el último culín de
la Coca—Cola.
Álex
volvió a ver la película. Pensé en cómo sería su novia, Paula.
Conociendo a mi hermano seguro que sería muy guapa pero para mí
sería más importante su carácter. Si fuera amable conmigo y con
mis padres, sería una grandísima chica y merecía estar con él.
Pero si por el contrario me odiara porque pasaba mucho tiempo con mi
hermano...
Meneé la cabeza para
quitarme esa idea. Por mucho que la quisiera no nos la presentaría
ahora. Seguro que Álex estaría peor que yo porque no tenía a una
persona que me iluminara mi oscuro y solitario corazón. Sabía que
era extraño pero estaba deseando enamorarme porque nunca me había
pasado que quisiera a un hombre que no fuera a mi hermano y a mi
padre.
Entonces alguien abrió
la puerta y algo entró corriendo directamente hacia mí. Como no
sabía que era me intenté cubrir con las manos pero ese algo me
lamía la cara.
Abrí los ojos.
Era Toby. Mi querido
Husky. Mi Toby lamiéndome. Me alegré tanto de verle que le abracé
con gran fuerza. Mi dulce perrito ya estaba en su casa. El Husky me
siguió lamiendo y yo acariciándole hasta que me di cuenta de que
dos personas reían con muchas ganas. Una, era la suave y
transparente risa de Álex. La otra, en cambio, era más baja y
contenida. Era María.
Efectivamente, había
acertado. Álex estaba en la puerta de mi habitación con María. A
mi hermano le caía el cabello rubio por los hombros. Sus ojos tenían
lágrimas y su mano derecha cubría su boca. María, por el
contrario, sonreía abiertamente. Su cabello negro estaba recogido
severamente en una cola de caballo alta y sus hermosos ojos negros
como el pelaje de una pantera brillaban de alegría.
— ¡Ei!—protesté con
falso enfado—, no os riais de mí.
Todavía tenía a Toby en
mis brazos cuando me reincorporé y le solté. Corrió libre en el
suelo y fue raudo hacia mi cama. Álex y María sonrieron.
—Se nota a quien quiere
este chucho—bromeó mi hermano. Nuestra asistente se giró e
intentó, sin gran resultado, esconder una sonrisa. Entonces me di
cuenta de que María parecía más joven cuando estaba con nosotros.
Pensé que con nosotros estaba bastante más tranquila que con mis
padres. Aquella idea fue como si un rayo hubiera cruzado por mi mente
y el inminente recuerdo del viaje a Madrid apareciera otra vez.
Mi hermano y nuestra
asistente se dieron cuenta de que mi rostro se había ensombrecido.
Me aclaré la garganta y pregunté con un hilillo de voz:
—María, ¿te vienes
con nosotros a Madrid, verdad?
Ella me observó
atentamente antes de contestar:
—Sí, me voy con
ustedes.
Ya no había el brillo de
alegría en sus ojos. Aunque lo dijo con pesar no pude evitarlo y fui
corriendo a abrazarla. Estaba segura de que mi madre desaprobaría
aquel gesto. “No es bueno mostrar esa clase de emociones” decía
mi madre con frecuencia pero me parecía una costumbre del siglo XIX.
La abracé con fuerza y
con menos dolor en mi corazón. Era mi hermana mayor y me había
cuidado más que Cristina. Si era así de forma de ser, y estaba
orgullosa, era gracias a María.
Entonces otros brazos nos
rodearon a las dos.
Era Álex.
Igual que yo, quería
mucho a nuestra hermana. Porque lo era, pudiera ser que no de sangre
pero los sentimientos eran más importantes que la sangre. A Álex lo
conoció con cinco años y ella tenía dieciocho. Más que nuestra
hermana se podía decir que era nuestra madre. A sus treinta y cinco
años, se había hecho cargo de dos niños, ser el ama de casa y
sacarse una carrera que ignoraba cuál era.
Cuando nos separamos le
pregunté:
— ¿Por qué lo dices
con tristeza?
Me dirigió una mirada
que era alegre pero a la vez triste con cierta mezcla de añoranza.
—Mis padres viven
aquí... No les voy a poder ver más.
Sus hermosos ojos que
siempre brillaban por cualquier emoción, se había apagado. Aunque
nunca los había conocido por su mirada supe que eran buenas
personas. Además si había criado a alguien a si de buena...
Intente consolarla:
—María... No te
deprimas por eso. Siempre puedes venir, tienes derecho a coger el
tren y venirte un fin de semana. La distancia no significa el adiós.
—Además te podemos
acompañar y estar aquí en nuestra casa—intervino Álex
desconcertándome. Le miré extrañada y entonces comprendí el por
qué. Era para ver más a menudo a Paula. María le acarició a la
cara con gran cariño. Pero negaba con la cabeza.
—Ay mi Álex y mi
Valentina—murmuró con melancolía—, no creo que vuestra madre me
dejara un fin de semana libre. Me necesita aunque no me gusta
admitirlo.
— ¡Tienes que tener un
mes de vacaciones! Solo porque vivas aquí no quiere decir que
trabajes menos, María—protesté.
—Mi hermana tiene
razón—argumentó Álex. Nuestra asistente le miró con cierto
recelo pero sonrió ante una idea que se le pasó por mente.
— ¿Seguro que no
insiste por esa chica de la que me habló?—preguntó María con una
sonrisa pícara. Me giré en redondo hacia mi hermano y le fulminé
con la mirada a mi hermano. Se lo había contado a ella antes que a
mí. No me lo podía creer porque siempre pensé que era el mayor
confidente de Álex, por el era el mío pero también María, así
que, me dije que no era para tanto pero me sentía dolida.
—Chist—exclamó Álex
dirigiéndome una mirada de perdón mientras se llevaba una mano a la
boca con su dedo índice estirado.
—Otra cosa de la que me
estoy acordando—dijo María, cambiando de tema—. Su madre me ha
enviado a decirles que la cena ya está lista. Hay chuletas de cerdo
con patatas asadas y ensalada. Esta vez sí ceno con ustedes.
No quería cenar con mis
padres. No quería verlos, simplemente. Ellos estarían más felices
que nosotros o eso suponía. Era lo último que iba a hacer en ese
momento. Me giré hacia mi hermano y tenía la misma cara que yo
tendría. La pobre María había intentado animarnos diciéndonos que
iba a cenar con nosotros pero no.
—Gracias, María.
Enseguida iremos Valentina y yo a cenar—dijo Álex. Abrí mucho los
ojos, aquella respuesta era lo último que esperaba de mi hermano.
¿Por qué había dicho eso? Él estaba igual, o más, enfadado que
yo pero aun así había dicho que íbamos a cenar. Ella me miró,
sonreí y asentí con la cabeza, intentado que no se notara mucho lo
que de verdad pensaba.
Nuestra asistente asintió
y salió de mi habitación cerrando la puerta tras de sí. Cogí a
Álex del brazo y lo llevé hacia el sillón para que no se nos oyera
tanto. Cuando llegamos ahí, mi hermano se intentaba zafarse de mi
mano pero le aferraba con fuerza.
— ¿Te has vuelto loco?
No pienso ir a cenar con mamá y papá—protesté.
—Yo tampoco es que arda
en deseos de ir pero quiero comentar lo de poder venir aquí de vez
en cuando porque María no les va a decir nada. Mira a lo mejor no lo
entiendes pero quiero ver a mi novia todo lo que me sea posible
porque el amor mueve montañas—explicó muy serio Álex. Quería
zarandearlo y gritarle que por muy enamorado que estuviera su amor no
duraría más de una semana pero vi su cara. Sus ojos azules tenían
la esperanza de volver aquí aunque solo fuera para un fin de semana.
Aunque tenían un matiz diferente también había visto ese brillo en
los ojos de María cuando habíamos hablado de esto. Era amor,
diferentes tipos pero amor.
—Álex, que sepas que
solo voy a ir por eso y por María. Voy a intervenir lo mínimo
posible, te aviso.
Pero él me abrazó con
gran fuerza. Hundí su cabeza en el hombro y aspiré su olor a
naranjas y champú. Sonreí porque por mucho que creyera mi hermano
siempre seguiría oliendo igual y siendo el mismo.
Espero que os haya gusta este capítulo es un poco más largo pero tiene más dialogo y comentad a ver si hay algo que mejorar ^^
El próximo capitulo lo pondré el martes 4 de Septiembre