Ya estoy aqui muahahahaa :P bueno que voy a cambiar estos personajes ;) espero que os gusten los cambios porque estos actores son mas famosos. También que hay de ellos archivos png con fondo transparente y mola mas!!
Bueno voy a cambiar a Lily Cole por Bella Thorne, Xavier Samuel (al que recordareis por Eclipse) por Josh Hutcherson (lo amo, tiene una cara tan adorable ^^) y finalmente Tom Welling por ¡Adam Lambert! jajaja me encanta ;P
También he cambiado la cabecera (otra ves, seeee :D) he añadido algunas fotos de cosas que me gustan como de Cristiano Ronaldo, Higuaín, Casillas, Piqué, el sinsajo de Los Juegos Del Hambre una foto del cast de Ciudad De Hueso *_* y una frase de Jace Lightwood que me encanta
Bueno pues al final os dejo con el capítulo que espero que os guste mucho de verdad ^^ y comenteis, claro ;)
Lo
primero que noté fue que mi mejilla estaba húmeda. Intenté
quitarme aquello pero entonces algo me tocó. Todavía era más
acuoso que aquel líquido pero me hizo saltar mi cama. Estaba medio
dormida pero aquello me hizo despertar del todo. Vi a una forma pero
no sabía que era. Me acerqué despacio a mi mesita de noche para
ponerme las lentillas que me permitirían ver bien. Cuando lo hice,
vi que la forma tomaba el cuerpo de un Husky Siberiano.
Toby.
—De verdad... ¡Qué
susto me has dado, Toby!—grité al perro. Aunque parecía no
entenderme del todo bajo las orejas, por el grito seguro. Me
arrodillé y le acaricié la cabeza, me daba demasiada pena verle así
por mi culpa. Ladró, contento.
Como si hubiera aparecido
de repente en mi mente me acordé del mensaje que les había enviado.
Cogí el móvil y vi que eran las 10:06. Todavía tenía tiempo de
sobra para arreglarme y miré los mensajes. Teresa me preguntaba que
qué me pasaba pero que iría a la playa. Marta me decía que seguro
que aquel problema que tuviera enseguida se arreglaría. Me reí
amargamente, no sabía lo equivocada que estaba y finalmente Flavia
me decía que ahí estaría.
Estaba feliz porque
fueran a ir pero hubiera preferido no irme a Madrid y no quedar con
ellas. Pero de todas formas pronto olvidé aquellos pensamientos
porque la tripa reclamaba su Coca—Cao con zumo de naranja. Bajé
hacia mi cocina. Siempre que pasaba me ocurría lo mismo. Si en aquel
momento tenía calor cuando entraba en aquella estancia me lo robaba
y simplemente me quedaba en frío de mi interior. Entré y comencé a
prepararme el desayuno. No tenía mucha complicación pero
acostumbrada a que me lo hiciera María se me antojaba extraño. Metí
a calentar el Cola—Cao cuando de repente unos brazos fuertes me
rodearon, eran brazos de hombre sin ninguna duda. La cabeza del
individuo se apoyó en mi hombro y fue cuando llegó aquel olor
característico de él. Olor a naranjas y a champú.
Álex.
Intenté zafarme de él,
divertida. Aquello fue como una batalla hasta que conseguí librarme
de sus fuertes brazos de surfista, le miré fijamente. Llevaba unos
vaqueros rotos de color verde manzana apagado con una camisa a
cuadros grises y rosas con unas zapatillas de lona verdes y grises.
Por último, se había peinado muy forma. Todo su cabello estaba
peinado hacia atrás lo cual le confería un aspecto de más adulto.
Debajo de sus ojos había muestras negras de que apenas había podido
dormir pero casi pasaban inadvertidas porque en sus hermosos y azules
ojos había un brillo de felicidad.
— ¿Qué haces a estas
horas levantado? Si tú eres de los que se quedan durmiendo hasta las
doce en vacaciones.
—Ya de lo he dicho cien
mil veces. El amor mueve montañas.
Resoplé.
— ¡Qué pesado eres
con el amor! De verdad no me imaginaba que estar enamorado fuera tan
pesado pero sobre todo para el amigo o para la hermana que tiene que
escuchar esta frasecita...
Me giré y cogí mi taza
caliente de Cola—Cao. Me dirigí hacia el salón mientras mi
hermano decía su discurso de lo importante que era el amor. Mi zumo
ya estaba allí y me senté. Álex hizo lo mismo pero también
encendió la televisión. Pensé en cómo sería mi último día
aquí. Había quedado con mis amigas pero también y sin darme cuenta
echaría de menos aquella ciudad que me había visto nacer. También
echaría de menos el sonido de las olas al romper contra la orilla,
el tranquilo tráfico que circulaba por la noche y la gente pasear
sus perros tranquilamente.
— ¡Valentina!—exclamó
enfadado Álex— ¿Me estas escuchando?
Le miré y le dirigí una
sonrisa de disculpa. Estaba segura de que él sabía que no estaba
escuchándole porque me solía pasar a menudo. Me evadía del mundo
con gran facilidad, siempre había un pensamiento que reclamara más
mi atención. Según mis amigas aquello era una gran virtud porque
cuando me aburriera en clase podría pensar en algo que seguro me
absorbería como al agua una esponja.
—Te estaba
diciendo—continuó mi hermano con gran paciencia—, qué si has
quedado con alguien.
—Sí, con mis amigas.
Teresa, Flavia y Marta. En la playa a las once y media. ¿Y tú?—
alcé la mano antes de que contestara—, me refiero a que si has
quedado con algún amigo aparte de Paula.
Mi hermano asintió y
comenzó a decir nombres de gente que no conocía. Me alegré por él,
por lo menos tenía más gente que yo de la que se tenía que
despedir. Cuando terminé mi Cola—Cao y el zumo lo llevé a la
cocina. Los dejé en la encimera y miré al reloj que había siempre.
Las agujas señalaban las diez y media. Solo tenía una hora.
Corrí hacia mi
habitación y adentré en mi vestidor. Observé el tiempo que hacia
detrás de la ventana con forma de ojo de buey. Hacía sol pero no la
tenía todas conmigo. Busqué algo para aquel día. Me decanté por
unos pantalones con flores de estilo hippie que tanto se llevaba con
una camiseta verde azulado y unas lonas negras. Decidí llevarme un
bolso negro de converse. En él metí una chaqueta de color blanco y
el móvil. Salí del vestidor y fui a mi baño. Era espacioso, tenía
una bañera antigua que era propiedad de mis abuelos ingleses. Tenía
un tocador enorme. El mueble era blanco y tenía muchísimos cajones.
En él se sujetaba un gran espejo. Me miré.
Mi cabello pelirrojo
estaba hecho una masa encrespada. Abrí el grifo y me eché agua para
intentar hacerme una cola de caballo. Pensé que me iba a quedar
bastante mal pero era... aceptable.
Bajé medio corriendo las
escaleras de mi casa. Cuando salí a la calle hacía sol pero el aire
era un poco pegajoso y me dije que se estaba acercando el verano.
Pero ya no podría bañarme antes que la mayoría de la gente. Muchas
veces pensaba que la playa era mi lugar favorito para pensar en todo.
Mi casa estaba bastante cerca de aquella playa que me había visto
hacerme mayor. La playa estaba prácticamente desierta, cosa que no
solía ocurrir. Me dije a mí misma que era la forma en que la playa
tenía de sorprenderme. Caminé lentamente por la arena con mis
zapatillas pero me molestaban demasiado y me las quité. Estaba muy
fría y húmeda pero era como estar en mi casa. Era tan familiar
aquel tacto, pero más familiar era el sonido y la visión que me
llegaba. El mar, azul y grandioso, luchaba contra la playa. Hoy había
bastante más olas que normalmente y siempre que pasaba me recordaba
lo inestable pero sobretodo poderoso que es el mar.
Saqué la chaqueta que me
había llevado e hizo la función de toalla. Me senté entre dos
palmeras. Siempre que necesitaba pensar había ido a aquel sitio
porque me aportaba gran tranquilidad pero en aquel momento no lo
conseguía. Solo hacía que me pusiera más nerviosa de lo que ya
estaba. Dentro de unos minutos llegarían mis amigas. Les contaría
que no las vería más. Que me iría a una ciudad que casi todo el
mundo deseaba vivir en ella, pero yo no. ¿Era rara? Desde luego que
sí.
Alguien me tapó los ojos
cuando menos me lo esperaba. Intenté girarme, alarmada pero no
podía. Me puse tensa pero una voz dijo:
— ¿Quién soy?
Rió ante mi propia
estupidez. Aquella voz era dulce pero muy potente. Siempre era así y
nunca cambiaría.
— ¡Qué susto me has
dado! ¡Mala gente!—grité. Hubiera sonado como una amenaza sino
hubiera sido porque casi se me rompió la voz por la risa. Intenté
quitarme aquellas manos que eran frías como el hielo. Pero ella las
presionó más contra mi cara.
—Mira que eres idiota.
Eres Tess—dije por fin medio divertida. Por fin las manos se
quitaron y pude ver la luz. Me volví y la vi. Era alta, seguramente
estaba entre el metro ochenta o metro ochenta y cinco. Su cabello
moreno con mechas rubias le caía en la cara por culpa del viento que
hacía que se lo quitara impaciente. Sus ojos color avellana
brillaban más cuando había agua cerca porque era su gran pasión.
Llevaba una sudadera blanca con la inscripción I'm London. Se la
había comprado en el viaje de 2º de ESO. También lucía unos
vaqueros pitillos rotos y unas lonas blancas. Llevaba con ella su
bolsa de la playa donde siempre guardaba un libro y una toalla para
cuando quisiera leer allí. Me miraba con curiosidad:
—Valen ¿Me vas decir
hoy por qué siempre me llamas Tess si no soy inglesa?
No pude evitar sonreír.
Desde que la conocía la llamaba así, nunca le había contado por
qué y siempre que la llamaba así me preguntaba el motivo. La verdad
que era una estupidez y no se lo quería contar porque conociéndola
me “mataría”. La llamaba así porque Teresa me parecía un poco
vieja para ella y decidí darle un nuevo aire más juvenil. Por eso
la llamaba Tess pero nunca se lo diría.
—Lo siento—puse cara
de pena—, hoy tampoco va a ser.
Teresa me enseñó la
lengua, como si tuviera cinco.
—Hola, girls—dijo
en aquel momento una voz que procedía de atrás—, ¿llego tarde?
Tess y yo nos volvimos a
la vez y vemos a una figura que apenas veíamos pero que reconocimos
por el brillo que tenía en su cabello de color marrón caoba.
Llevaba unas sandalias negras romanas con unos vaqueros de media
pierna y una camisa a cuadros abierta y en su interior se veía una
camiseta de Mickey Mouse.
— ¡Marta!—gritamos
las dos a la vez, nos levantamos y salimos corriendo a abrazarla.
Hacía bastante tiempo que no la veía y muchas veces la extrañaba
bastante. Era el tipo de persona que no conoces y no sabes que es un
pilar básico para tu vida hasta que se aleja un poco de ti. Nos
recibió con los brazos abiertos y estuvimos bastante tiempo
abrazadas.
— ¿Acabe sitio para
una más?—preguntó una voz femenina. Los separamos un poco aunque
yo ya había reconocido la voz. Su dueña era una chica gordita y
bajita. Por su cabello rubio y sus ojos azules parecía un ángel
aunque ella dijera que no. Llevaba unos pantalones de color rosa con
una camisa blanca. Tenía un pañuelo anudado en el cuello que le
daba un aspecto francés.
Le hicimos un hueco y
estuvimos un buen rato abrazadas como buenas amigas que éramos.
Cuando nos separamos, todas me miraron directamente. Noté como la
alegría que había sentido hacía apenas unos instantes se borraba.
La cruda realidad volvía a caer sobre mí y era una losa pesada de
mantener. Le dije que se sentaran en mi chaqueta y en toalla de Tess.
No sabía cómo empezar, nunca había dado malas noticias y me
pregunté cómo podían hacerlo los presentadores de las noticias.
Tomé aire y comenzé a hablar:
—Me voy a Madrid—dije
rápidamente, como mis amigas me miraban como si para eso las hubiera
llamado, continué—: para quedarme a vivir allí.
No hubo reacción. Todas
se quedaron mirándome con incredulidad pero ninguna abría la boca o
me abrazaba. Supuse que así me habría quedado yo ayer cuando mis
padres me lo contaron. Tenían caras de “no me lo puedo creer” y
en otra ocasión me habría parecido cómica la situación pero no en
aquel momento. El silencio solo era roto por la fuerza del mar al
romper contra la playa y por las gaviotas. Entonces fue como si todas
hubieran llegado a la misma idea.
— ¿A Madrid?
— ¿Por qué?
— ¿Cuándo?
Intenté calmarlas con mi
silencio y mis manos que estaban en posición horizontal que pedían
calma. Pero ellas hacían caso omiso de lo que pedían estaban
histéricas, más incluso de lo que me había esperado. No sabía qué
les importara tanto y aunque estaban mal sentirlo, me sentí muy
querida por mis amigas.
Supongo que se cansaron
de hacer preguntas porque no las respondía, o por la falta de
oxígeno para hablar, pero poco a poco se fueron calmando y me
dejaron hablar. Decidí escoger palabras delicadas para no hacerles
más daño y poder explicar bien la historia:
—Me lo dijeron ayer, al
llegar del instituto. Me voy porque a mi padre lo trasladan a la sede
central o algo así. Mi madre también ha pedido ya el traslado, Álex
y yo ya estamos matriculados en otra universidad y otro instituto. Yo
no quiero irme y estoy segura de que lo sabéis pero no puedo negar
ir a Madrid porque soy menor de edad. Me voy mañana, así que no
podremos estar todo lo que me hubiera gustado juntas pero hasta la
hora de comer me dejan mis padres. Pero os pido que hagáis como si
no hubiera dicho esto porque solo quiero pasar un día con mis
mejores amigas. Un día normal.
Todas me miraban. Tess
estaba medio llorando y me sentí al instante culpable de su
tristeza. La alegría habitual que Marta lucían en sus ojos color
chocolate estaba ausente, como si se hubiera ido de vacaciones,
además de muy pálida. Flavia parecía que era la que mejor lo
llevaba porque cuando la miré me dio unas palmaditas en el hombre
mientras sonreía pesarosa.
—Tranquila, es lo que
vamos a hacer. Así que tú decides que quieres que hagamos. Hoy es
tu día y ningún sentimiento malo te lo va a empeñar—indicó ella
con sus ojos azules mirándome. Marta y Teresa asintieron. Mi mejor
amiga se quitó las lágrimas y me sonrió.
Pensé muy bien lo que
quería hacer con ellas y enseguida se me vino a la mente una
actividad que a todas nos gustaba, de hecho era una actividad que nos
había unido bastante porque era mágico para mí aquella actividad:
— ¡Vamos a bailar!—
las chicas me miraron sorprendidas porque no lo decía muy a menudo
pero bailar era una de mis grandes pasiones en esta vida. Normalmente
íbamos todas juntas a un gimnasio donde recibíamos clases de varios
tipos de bailes como el merengue, el pasodoble, el chachachá, la
salsa o la bachata. No sabía por qué pero mi favorito era la salsa.
Con este baile movía mucho mis caderas y me daba la sensación de
que parecía más mujer. La profesora normalmente me decía que me
soltara más y con el tiempo lo había conseguido, mis movimientos de
caderas eran bastantes más limpios que antes pero aun así no
llegaba a encontrar del todo el ritmo. Yo hacía de chica y
normalmente mi pareja era Tess pero en este baile existía la rueda
cubana. Conseguía en hacer un paso, el damel,
con el que te iba con el chico de la pareja que inicialmente estaba a
tu derecha. Era muy divertida bailar pero había que reconocer que
agotaba mucho. Pero la sensación de ser libre con cada giro era tan
gratificante que merecía la pena bailar este género.
Las chicas asintieron
pero me dijeron que mejor íbamos a mi casa y jugábamos al Just
Dance 3,
me convencieron y pusimos rumbo a mi casa. Este juego no era lo mismo
pero como la mayoría de canciones que había me encantaban o me
volvían loca, me gustaba bastante. Enseguida llegamos a mi casa y
subimos corriendo a mi habitación. Cuando entramos las chicas
siempre se quedaban contemplándola porque era bastante más
espaciosa que las suyas y les encantaba, siempre me decían que era
muy afortunada de tener un dormitorio así para mi sola. Encendí
rápidamente la consola y saque los cuatro mandos. Miré canciones
que fueran cuartetos y la única que más me gustaba era Dynamite
de Taio
Cruz. Comenzamos a bailar, reírnos y más tarde competir como
verdaderas locas. Al final de la canción estábamos que casi no
podíamos respirar pero estábamos ansiosas de ver quien había
ganado. El cuarto puesto era para Marta con una estrella, el tercero
era para Flavia con dos, el segundo era para Tess con cuatro
estrellas y finalmente el primer puesto era para mí con cinco
estrellas.
— ¡No
vale!—protestaron todas a la vez—Juegas más que nosotras y ya te
sabes la coreografía.
—Envidia que me
tenéis—repuse yo muy digna. Nos reímos mucho ante aquella
situación pero hicimos otra canción más. Pero estaban solo
permitía a un bailarín. Era de Katy Perry California
Gurls. Primero
bailó Tess, lo hacía con muchas ganas porque era la canción de una
de sus artistas favoritas. Se movía con gran fluidez, casi parecía
estar volando y el ritmo de la canción siguiendo sus pasos.
Consiguió cuatro estrellas y aunque el resultado estaba bastante
bien no le parecía lo suficiente bueno para una artista como Katy
Perry. La siguiente fue Marta. Bailaba con ganas pero... sus
movimientos eran muy sucios y desacompasados. Parecía como si
estuviera buscando desesperadamente el ritmo cuando en realidad si
eres un buen bailarín lo llevabas dentro, o eso creía cuando veía
películas musicales. Consiguió dos estrellas y se fue a sentar
refunfuñando que el mando estaba mal. La siguiente fue Flavia.
Aunque no lo hacía con la soltura de Tess se movía con cierta
gracia que te hacía que la miraras. Se la veía que estaba
disfrutando con su baile pero sobretodo con la canción porque
comenzó a leer la letra mientras bailaba. Consiguió tres estrellas.
Entonces el turno me llegó. Cogí el mando dispuesta a mejor el
resultado de Teresa porque en ese momento iba la primera. Los
primeros acordes hicieron su aparición y yo instantáneamente
comencé a bailarlos. Era una gran liberación de energía pero
sobretodo de sudor. Seguía a la muñeca de la pantalla vagamente y a
penas notaba el zumbido del mando de la Wii cuando ganaba una
estrella. Cuando terminó la canción lo agradecí profundamente.
Cogí mi botella de agua que siempre guardaba en mi mesita de noche
mientras salía el resultado. No sabía que puntuación tenía hasta
que Tess dijo:
— ¿Pero esto qué
es?—al final de la frase su tono era tan elevado que hubiera podido
romper un cristal, pensé. Mientras hacía lo mismo y era una cosa
que me encantaba de ella que nunca cambiaba. Cuando la habían
superado en algo siempre hacia la misma pregunta retórica.
Me giré y vi el
resultado. Cinco estrellas, el máximo. Subí el brazo con el mando
de la Wii en señal de triunfo mientras oía discutir a Flavia y
Marta.
—Te lo dije—reprochaba
la chica de los ojos de chocolate a la chica de los ojos azules—,
Valentina es mejor que Teresa bailando—se dio la vuelta hacia Tess
que estaba fulminándola con la mirada—, lo siento pero es verdad.
—Eso es—replicó
Flavia—, porque Valentina ha jugado muchas veces a este juego. Pero
tienes que reconocer que Tess también es muy buena jugando.
Como respuesta su amiga
le sacó la lengua y se volvió a hacia mí. En ese momento su piel
tenía un brillo perlado debido al sudor. Me suplicó que no
bailáramos más que estaba bastante cansada para volver si quiera a
intentarlo. Pensé que otra cosa podíamos hacer y enseguida descubrí
que era lo que quería. Llevábamos bastante tiempo sin hacerlo y
tenía unas ganas enormes de hacer como en los viejos tiempos.
—Ver una película.
¿Cuál preferís?
Todas me siguieron hasta
mi vestidor donde guardaba las películas. La mayoría eran películas
románticas y no había ninguna de terror porque las odiaba
profundamente, pero otras tantas eran comedias o simplemente de
suspense. Cada una de mis amigas decía una diferente cada dos
minutos. Harta, cogí unas cuantas y salimos de allí. Las dejé en
el escritorio y la miramos a fondo.
Había cogido cinco. Tres
de ellas eran románticas, una de comedia y la última de suspense.
Los títulos de las tres románticas eran: Crespúsculo,
3 metros sobre el cielo y
El diablo viste de Prada.
La cómica era de uno de mis actores estadounidenses favoritos Adam
Sandler Os
declaro marido y marido.
La de suspense era In
Time.
Hicimos una especie de
primarias y quedó descartada El
diablo viste de Prada y
Crespúsculo
porque
ya las habíamos visto muchas veces juntas. En la segunda ronda se
eliminó In
Time. Finalmente
ganó, contra todo pronóstico, Os
declaro marido y marido con
tres votos a favor y uno en contra. Flavia protestó pero de todas
formas puse el DVD.
La película va de dos
amigos que trabajan de bomberos. Uno de ellos esta viudo y con dos
hijos, mientras que hacía Adam Sandler era un soltero. Por una cosa
que el amigo necesita y tiene que estar casado por eso su amigo
soltero se casa con él. A partir de ahí ocurren situaciones
cómicas que todas reíamos hasta llorar.
Al final de la película
alguien llamó a la puerta de mi habitación. Las chicas se quedaron
hablando de que les había parecido el film mientras yo iba a abrir.
Era María, se había quitado el vestido rojo de ayer y llevaba su
traje era tenía un color gris perla que hacía que su piel parecía
más pálida. Sus ojos negros estaban terriblemente apagados y
cansados. Tan que parecía que tuviera cuarenta años, pensé. Me
sonrió a modo de disculpa, nada bueno iba a venir ahora.
—Perdone, Valentina
pero su madre me llama para decir que ya es la hora de comer y sus
amigas se deben marchar ya a su casa.
La miré con fastidio y
maldije en voz baja, cosa que hacía últimamente bastante. Asentí y
le dijese a mi madre que esperara unos dichosos minutos para despedir
de mis mejores amigas que nunca más volvería a ver. Cuando cerré
la puerta me di cuenta de que había exagerado bastante pero tanto
daba. Me volví hacia mis amigas y las contemplé. Rían como si nada
estuviera a punto de pasar. Como si no me fuera a ir a Madrid para
siempre. Lentamente me apoyé en la puerta y me deslicé hasta
sentarme en el suelo. No quería pero las lágrimas se agolparon en
mis ojos y no las podía contener. Me abracé las piernas como
cuando era pequeña y mis padres me castigaban son ver a mis amigas
de la infancia que ya apenas recordaba.
Sentí unas manos que me
daban algunas palmaditas en mi espalda en forma de ánimo. No dijeron
nada hasta que saqué la cabeza de entre mis brazos y piernas. El
primer rostro que vi fue el de Tess. Tenía los ojos acuosos pero
aun así me intentaba animar con una sonrisa de oreja a oreja. Flavia
y Marta también me sonreían para intentar animarme. Nunca pensé
que no las vería más, solo quería pasar un gran día con ellas y
solo me han dado una mañana y ¿qué hemos hecho? Bailar y ver una
película. Nada más, he sido una idiota por querer hacer esto y no
algo especial.
—Valentina, tranquila.
Podemos hablar por el MSN, no será lo mismo pero por lo menos no
perdemos el contacto—intentó animarme Flavia. Asentí e intenté
auto convencerme. Ella tenía razón no sería lo mismo pero por lo
menos no dejaría de verlas. Pero por mucho que mi cerebro se dijera
eso mi corazón ya estaba roto porque esas amigas mías tendrían un
pedazo mío. No quería que ellas sufrieran por mi culpa pero me era
imposible. Las miré fijamente, intentado memorizar su rostro.
Tardé un poco más en
estar aceptable para que mis amigas no se preocuparan por mí. Nos
abrazamos con fuerza y nos dimos palabras de ánimo.
Muchos Besos
Muchos Besos